Crítica de La ley de Jenny Pen (2024): reseña y opinión de la película
Puntuación ✪✪✪ (2/5)
La ley de Jenny Pen es una cinta de terror psicológico dirigida por el cineasta neozelandés James Ashcroft quien cuenta con una larga carrera en el mundo del teatro y la radio. Su paso por la industria del cine ha sido corto pero poco a poco se va labrando un recorrido claro en el cine de terror con la cinta Regreso a casa en la oscuridad (2021) y ahora con La ley de Jenny Pen, la producción que nos concierne.
Basada en la historia corta del mismo nombre escrita por Owen Marshall, La ley de Jenny Pen se adentra en los oscuros rincones de una residencia de ancianos para contar un relato de terror anclado en traumas cotidianos y un personaje siniestro que promete poner los pelos de punta a los espectadores. ¿Es una propuesta efectiva?
El juez Stefan Mortensen (Geoffrey Rush), arrogante y ahora parcialmente paralizado tras un derrame cerebral, es internado en una residencia de ancianos que desprecia. Allí conoce a Dave Crealy (John Lithgow), un perturbado que somete a los demás a un juego sádico llamado «La Ley de Jenny Pen». Cuando una residente aparece muerta y el personal ignora sus advertencias, Mortensen decide enfrentarse a Crealy con la ayuda de su compañero de habitación, el ex-deportista Tony Garfield (George Henare). Juntos intentan acabar con ese reinado del terror.

Cartel de la cinta
Tan perturbadora como monótona, La ley de Jenny Pen intenta combinar los códigos de una historia de terror brutal con una especie de crítica social sobre el trato a los ancianos y las condiciones de las residencias donde son admitidos para sus cuidados, pero no logra encontrar un balance adecuado entre estos temas y termina sintiéndose como una oportunidad perdida, a pesar de contar con algunos elementos bastante sólidos.
Adaptado por Ashcroft y Eli Kent, el guión de La ley de Jenny Pen nos inmiscuye en el predicamento del juez Mortensen cuando se ve recluido en la residencia Royal Pine Mews y contempla como sus cualidades mentales se van reduciendo considerablemente debido al efecto de su derrame. Estas primeras secuencias emplean un tono onírico para acercarnos al estado mental de Mortensen y funcionan bastante bien, así como la introducción a la residencia y sus habitantes. Una vez que hace acto de presencia Crealy junto a su aterradora muñeca Jenny Pen, la historia se sumerge de lleno en el terror, con todas las andanzas escabrosas del personaje a través de los pasillos del lugar.
Para esto, Ashcroft y Kent hacen gala de un sadismo formal en la plasmación de estas secuencias y lo que inicialmente horroriza e incomoda pronto se vuelve inerte y adquiere un cariz gratuito que solo funciona para alimentar el morbo fácil y generar un shock vacío en contenido y alma. De igual manera, ideas interesantes sobre el edadismo y abusos de poder se pierden en un desarrollo narrativo que recurre a las mismas situaciones una y otra vez, por lo que todo se vuelve repetitivo y soporífero en un vals macabro carente de interés. La rivalidad entre Crealy y Mortensen es fascinante pero se ve limitada por el caos argumental que se adueña de la propuesta, culminando en un final predecible que no consigue el impacto deseado y sabe a poco tomando en cuenta el potencial mostrado en su primer acto.
Tráiler de La ley de Jenny Pen (2024)
Lo que si funciona de maravilla son las espectaculares actuaciones de Geoffrey Rush y John Lithgow en los roles protagónicos. Por un lado, Rush aborda la desesperación de Mortensen con aplomo, haciendo uso de su carisma y presencia sofisticada en pantalla además de un don natural para el humor negro en un trabajo de altura, mientras que Lithgow compone un personaje escalofriante a través de sus gestos y miradas, haciéndonos participes de la espiral de locura a la que somete a sus coetáneos. Una pasada su interpretación.
Junto a ellos, el actor George Henare entrega un trabajo sólido como el compañero de habitación de Mortensen, logrando una mezcla positiva de vulnerabilidad y resiliencia. El resto del reparto no cuenta con el material suficiente para destacar y sus personajes se ven reducidos a meros peones para los abusos constantes de Crealy.
En su apartado técnico, La ley de Jenny Pen cuenta con un diseño de producción funcional pero sin ningún alarde notable y una fotografía a cargo de Matt Henley que destaca en secuencias puntuales, como una donde la silueta de Crealy proyectada en las cortinas rojizas de una habitación rememora el giallo italiano o los numerosos planos detalle centrados en la muñeca titular.
La música de John Gibson no es exitosa a la hora de generar tensión, con una presencia escasa y temas que abusan de sonidos estrepitosos, algo a lo que también contribuye el desigual diseño sonoro de la cinta. El soundtrack incluye algunas canciones clásicas y tonadas neozelandesas pero su uso se siente rocambolesco y excesivo en escenas de por si exageradas que terminan por derrumbar una atmósfera otrora interesante.
La muñeca titular es una creación sólida, con un diseño inquietante donde destaca su rostro sin ojos y ayuda bastante el trabajo manual que realiza Lithgow con ella, generando un ambiente de mal rollo que no está presente en otras áreas de la película, mientras que el departamento de maquillaje se ha currado con creces el aspecto de Mortensen para reflejar los efectos del derrame cerebral en la movilidad de su rostro y el deterioro gradual a lo largo de la historia.
La dirección de Ashcroft es irregular, ya que tiene ideas muy claras sobre lo que quiere contar y una puesta en escena concisa, pero no consigue transmitirlas de la mejor manera, alienando al espectador en un mar de crueldad y patrones repetitivos sin ton ni son. El talento está allí, solo hace falta encauzarlo hacia un tratamiento narrativo más potente. Esperemos que lo logre con su venidera adaptación televisiva de la novela de misterio The Whisper Man.
En conclusión, La ley de Jenny Pen se nutre del duelo interpretativo por parte de Rush y Lithgow pero no consigue llevar a buen puerto su intrigante premisa, favoreciendo una serie de sustos cruentos y machacones por encima de un arco narrativo más satisfactorio. Terror letárgico.
Ficha técnica:
The Rule of Jenny Pen (2024)
- Nueva Zelanda
- Duración: 104 min.
- Dirección: James Ashcroft
- Guion: Eli Kent, James Ashcroft
- Música: John Gibson
- Dirección de fotografía: Matt Henley
- Productora: Light in the Dark Productions
- Distribuidora: Karma Films
- Género: Terror psicológico
