Crítica de La chica de la aguja (2024): reseña y opinión de la película
Puntuación ½✪ (3,5/5)
La chica de la aguja es una producción dirigida por Magnus Von Horn, cineasta danés conocido por su trabajo en las cintas The Here After (2015) y Sweat (2020).
El cine de Horn se caracteriza por abordar temáticas sociales con una mirada psicológica y academicista, dando lugar a estudios de personajes complejos con lecturas interesantes que adquieren un significado importante en los tiempos que corren. Desde el sociópata adolescente en The Here After hasta la influencer solitaria en Sweat, tenemos toda una galería de figuras peculiares que componen el imaginario narrativo de Von Horn.
En esta oportunidad, hay que hablar sobre La chica de la aguja, la nueva producción de Horn que llega a la gran pantalla amparada por excelentes opiniones de parte de la crítica especializada y una nominación en los Premios Oscar dentro de la categoría de Mejor Película en Habla no inglesa. Un relato macabro inspirado en hechos reales y filmado en blanco y negro, ¿Es La chica de la aguja una propuesta cautivadora?
Karoline (Victoria Carmen Sonne) es una joven embarazada y desempleada que lucha por sobrevivir en la Copenhague posterior a la Primera Guerra Mundial y es acogida por Dagmar (Trine Dyrholm) una carismática anciana a quien ayuda a dirigir una agencia de adopción clandestina. Ambas forman un vínculo inesperado, hasta que un descubrimiento repentino lo cambia todo.

Cartel de la cinta
Cruda y atmosférica, La chica de la aguja representa un nuevo logro cinematográfico para Van Horn, quién utiliza una puesta en escena gótica enmarcada en crímenes reales para narrar una historia macabra con un trasfondo social que se mantiene tristemente relevante en la actualidad. Eso, entre otros elementos que la hacen una propuesta de lo más interesante en la carrera hacia el Oscar, aunque con algunas limitaciones.
El viaje hacia la oscuridad comienza con una secuencia surrealista donde los rostros de nuestros personajes protagónicos se funden en una especie de máscara que da contexto a la dualidad presente a lo largo de la historia. El guión escrito por Van Horn y Line Langebek nos sitúa en la Dinamarca de 1919 con una vis desoladora y escalofriante que responde a la precariedad del trasfondo económico y social tras la Primera Guerra Mundial; esta situación marca la vida de Karoline y la relega a un estado de «paria» que Horn utiliza para elaborar una aguda crítica social hacia el trato a la mujer y las convenciones morales de la época. Esto último adquiere una dimensión mayor una vez que Karoline, al borde de la pobreza, mantenga una relación extramarital con su jefe y resulte embarazada. A partir de este punto, la cinta deviene en un descenso a los infiernos, con giros cruentos y una mirada aciaga que adentran a la historia en un tono de terror psicológico, con un retrato de personaje sólido pero de una dureza y abanico emocional limitado, lo que puede distanciar a muchos espectadores de la experiencia.
Sin embargo, las ideas centrales se mantienen y agregan más capas con la aparición de Dagmar, la dueña de una confitería que ofrece ayuda a Karoline con su embarazo. Este personaje, en apariencia gentil y empático es en realidad una figura insidiosa que oculta múltiples capas y posee un trasfondo sórdido que se revela en el tercer acto de la historia. La dinámica entre Karoline y Dagmar es una de complicidad entre dos figuras marginadas por la sociedad que se apoyan mutuamente en su tragedia. Esta relación genera un contraste interesante con respecto a los vínculos que posee nuestra protagonista con otros personajes, como su esposo retornado de la guerra y se convierte en otro individuo discriminado debido a su rostro desfigurado, en una sub-trama que contiene ecos a El hombre elefante (1980).
Tráiler de La chica de la aguja (2024)
También se abordan visiones interesantes sobre el instinto materno y su ausencia, todo a través de una óptica contemplativa que hace llegar el mensaje de manera clara y concisa. El problema surge en el tramo final cuando se revela el gran giro de la trama y la relación de sororidad de nuestras protagonistas se resquebraja al adquirir tonos siniestros. Es un desarrollo impactante pero conlleva un cambio de ritmo que lo hace sentir apresurado en contraposición a la meticulosidad presentada a lo largo de la narrativa. Para sus últimas escenas, La chica de la aguja presenta el marco real de su historia con gran acierto y deja una poderosa reflexión sobre la condición humana, pero no deja de estar al servicio del apartado más convencional de su guión.
El trabajo de las actrices Victoria Carmen Sonne y Trine Dyrholm le da fuerza a La Chica de la aguja, ya que se trata de un dúo potente con personajes protagónicos complejos de aristas diversas y en algunos casos controvertidas. Por un lado, Sonne encarna con soltura la vulnerabilidad y el vacío emocional de Karoline aunque no destaque sobremanera como una actriz de grandes matices, mientras que Dyrholm entrega una actuación devastadora donde la oscuridad de Dagmar se ve reflejada en su mirada y la personalidad severa que aporta la intérprete hace que se convierta en una figura aterradora pero fascinante hasta cierto punto. También vale la pena destacar la empatía que transmite el actor Besir Zeciri como Peter, el esposo de Karoline en una participación breve pero poderosa, mientras que la joven Ava Knox Martin es una presencia inquietante como Erena, la hija de Dagmar.
El recorrido por el cual nos lleva el apartado técnico de La chica de la aguja es notable, gracias a la fotografía monocromática de Michal Dymek, con imágenes para el recuerdo como Karoline atravesando las lúgubres calles de Copenhague o el rostro de Dagmar reflejado a contraluz en la oscuridad de su habitación. Todo un prodigio que le da a todos los tipos de planos un aspecto añejo próximo al estilo de una fotografía en la época retratada, con algunos guiños a pinturas expresionistas y un excelente uso de los claroscuros para enmarcar todo en un ambiente gótico. El diseño de producción de Jagna Dobesz es otra labor notable, con grandes sets que emulan las frías calles de Copenhague y una especial atención al detalle en los escenarios interiores, como la casa de Dagmar con sus amplios pasillos y habitaciones estrechas que dan una sensación de sofoco e inestabilidad o la fábrica donde trabaja Karoline con su aspecto gris y carente de vida.
El vestuario de Malgorzata Fudala presenta diseños fieles a la época que reflejan con acierto el status social de los personajes a través de prendas gastadas y oscuras, como es el caso de Karoline. Por otra parte, el departamento de maquillaje y peluquería hace una labor excelente al plasmar las heridas grotescas de Peter y la máscara que utiliza para ocultarlas, así como reflejar el estado mental de Karoline en su rostro a medida que llegan los puntos álgidos de la historia, con ojeras y un cutis graso. Notable. La música de Frederikke Hoffmeier potencia la atmósfera malsana a través de composiciones con gran tensión orquestal y notas de suspenso que complementan con fuerza el conjunto y rinden homenaje a las partituras del terror clásico.
En conclusión, La chica de la aguja es una experiencia incómoda y difícil de ver que gana enteros por la entrega de su reparto y la poderosa fotografía que permanece grabada en la memoria mucho tiempo después de su visionado.
Ficha técnica:
Pigen med nålen (2024)
- Dinamarca
- Duración 115 min.
- Dirección: Magnus von Horn
- Guion: Line Langebek Knudsen, Magnus von Horn
- Música: Frederikke Hoffmeier
- Dirección de fotografía: Michal Dymek (B&W)
- Productora: Creative Alliance, Lava Films, Nordisk Film
- Género: Drama Thriller