Crítica de La virgen roja (2024): reseña y opinión de la película

Puntuación ⭐⭐⭐⭐✪ (4/5)

La Virgen Roja (2024) es el quinto largometraje de la carrera de Paula Ortiz, desde que debutara en 2011 con De tu ventana a la mía, con la que ya consiguió nominaciones a los Goya. Cuatro años después, se consagraría realizando una de las mejores películas de nuestro cine en la pasada década, La novia (2015), libre adaptación de Bodas de sangre de Federico García Lorca. El año pasado estrenó dos cintas, una producción británica y de habla inglesa, Al otro lado del río y entre los árboles (2022), adaptación de la novela homónima de Hemingway, y Teresa (2023), que narraba, a través de una batalla dialéctica, los últimos días de Santa Teresa de Jesús. Como podemos observar, es una directora a la que le gusta partir de un material previo ya existente, ya que sus propuestas suelen tener un gran impacto visual y una meticulosa atención a las formas.

Con La Virgen Roja, vuelve a contar la historia de una mujer real, en lo que es, seguramente, su obra más accesible. Esta cinta es menos contemplativa, asemejándose más a una película biográfica convencional, siendo más literal de lo que acostumbra en su cine. Aun así, hay un evidente aprecio y detallismo por lo visual, acompañado de grandes ideas abstractas o metafóricas para expresar sentimientos o acciones.

La película narra la vida de Hildegart Rodríguez (Alba Planas), una niña prodigio nacida a principios del siglo XX en España. Criada únicamente por su madre (Najwa Nimri), bajo una estricta disciplina y exigencia, Hildegart se convierte en una erudita desde muy joven, diseñada por su madre para ser, en sus propias palabras, «la mujer del futuro».

La virgen roja critica opiniones

Cartel de la cinta

A temprana edad ya había escrito varios libros y se convirtió rápidamente en un icono feminista, así como en una figura referente de la sexualidad femenina, además de militar en el Partido Socialista. Los problemas surgen cuando conoce a Abel Vilella (Patrick Criado), lo que provoca que la política y el amor se entremezclen.

Se trata de una historia basada en hechos reales, pero no destriparemos el desenlace. A pesar de ser una figura histórica conocida y una mujer realmente influyente, la figura de Hildegart fue silenciada durante el régimen fascista y posteriormente olvidada. Fernando Fernán Gómez también hizo una película sobre estos hechos, titulada Mi hija Hildegart (1977). El reparto es formidable, Alba Planas, en su primer papel protagonista, está increíble, pero Najwa Nimri parece haber nacido para interpretar este papel, ninguna otra actriz podría haberlo hecho mejor.

El juego que propone Paula Ortiz consiste en crear dos vertientes, dos caminos separados en un principio, pero que inevitablemente acaban entrelazándose. Por un lado, está la solitaria y exigente vida con su controladora madre, llena de obligaciones y disciplina, rozando en muchos momentos la tiranía. Por otro, está la vida social y pública, en los escasos momentos en que Hildegart se relaciona con otras personas. Ortiz marca estos dos escenarios de manera evidente a través de las formas, tanto en el uso del lenguaje cinematográfico como especialmente en el color. La casa en la que habita con su madre y una criada es grande, austera, fría, solitaria y desprovista de muebles. Incluso de día, los tonos son sombríos y oscuros, al igual que el vestuario de ambas durante toda la cinta. Un uso casi permanente de primeros planos y tomas cerradas acentúa esa sensación de encierro y confinamiento.

Tráiler de La virgen roja (2024)

Todo lo contrario ocurre en los momentos en que Hildegart se siente verdaderamente libre. Al haber sido educada exactamente como su madre quería, a Hildegart le cuesta darse cuenta de lo que hay más allá de los libros, la filosofía y la revolución por la que lucha.

Es entonces cuando ambos escenarios colisionan, y surgen los problemas y enfrentamientos. La fuerte figura materna, obsesionada con su «creación», lo que considera el proyecto de su vida, no puede permitir que Hildegart se desvíe de la misión que ella cree haberle asignado. Así, entra en una contradicción, ya que las ideas que le inculca a su hija son radicalmente opuestas a las que ella misma lleva a cabo en su educación.

La ambientación en la España de la Segunda República está muy bien lograda. Se respira un leve aire de victoria y libertad tras la abdicación del rey, pero con un ambiente enrarecido por la inminente Guerra Civil y la creciente amenaza fascista. La puesta en escena es magnífica, tanto en los momentos de intimidad como en los exteriores abarrotados de gente, así como en los mítines y charlas políticas de Hildegart. Paula Ortiz se mueve con gran soltura en todos los terrenos, y no hay ni un solo fotograma que no sea visualmente cautivador.

El guion es exquisito, lo que no sorprende al saber que detrás de él están Clara Roquet (Libertad, Creatura) y Eduard Sola (Casa en llamas, María y los demás). El ritmo de la narración está bien equilibrado, permitiendo que la historia se desarrolle poco a poco. Aunque la trama no cubre un largo periodo de tiempo, se aprecia la evolución de los personajes. Esto se demuestra de varias maneras, visualmente y a través de diálogos que se reflejan en diferentes momentos de la película. Un pequeño y hermoso ejemplo es cuando, en el primer acto, la madre le dice a Hildegart que «el amor y la revolución son incompatibles«, y en el tercer acto, Hildegart responde que «la revolución sin amor es imposible«.

Ficha técnica:

La virgen roja (2024)

  • España
  • Duración 114 min.
  • Dirección: Paula Ortiz
  • Guion: Eduard Sola, Clara Roquet
  • Dirección de fotografía: Pedro J. Márquez
  • Productora: Elastica Films, Avalon P.C, Amazon MGM Studios. Distribuidora: Elastica Films
  • Género: Thriller