Crítica de Blancanieves (2025): reseña y opinión de la película

Puntuación ⭐⭐✪✪✪ (2/5)

Blancanieves es un remake en imagen real del clásico animado de Disney de 1937. Esta producción está dirigida por Marc Webb, cineasta norteamericano conocido por su trabajo en cintas como (500) Días juntos (2009), las entregas de The Amazing Spider-Man (2012) y The Amazing Spider-Man: la venganza de Electro (2014) en un breve acercamiento a Marvel, Un don excepcional (2017) y Canción de Nueva York (2017).

El cine de Webb está firmemente anclado en un estilo mainstream que parecía apuntar a un nicho más «indie» tras su debut con (500) Días juntos pero se ha decantado por historias que oscilan entre las super producciones comerciales y los dramas familiares.

En esta oportunidad, Webb trae a la gran pantalla su versión de Blancanieves, un live-action que ha suscitado polémicas desde su anuncio. La elección de la actriz y cantante Rachel Zegler para dar vida a la icónica princesa titular fue recibida con escepticismo por parte del público que ansiaba una intérprete que se ajustara al perfil físico del personaje animado.

Además, una serie de declaraciones por parte de la actriz acerca de la cinta original y su contenido «anticuado» para los estándares de la actualidad y algunos cambios propuestos para la trama y el diseño visual de personajes icónicos como los siete enanos contribuyeron a generar más escepticismo y prensa negativa para el proyecto en un debate álgido que se mantiene a día de hoy con su estreno mundial.

Blancanieves critica y opiniones 2025

Cartel de la cinta

Tomando todo esto en cuenta, ¿Es Blancanieves una adaptación fallida o el producto final se puede considerar como uno de los mejores live-action de Disney hasta la fecha?

Una adaptación en acción real del clásico cuento de hadas sobre una joven princesa (Rachel Zegler) que, mientras es acosada por una reina celosa (Gal Gadot), busca refugio en la casa de siete enanos en una campiña llena de fantasía.

Como es el caso típico con los remake en imagen real de las producciones animadas de Disney, Blancanieves intenta homenajear lo más posible a su predecesora pero añadiendo cambios sustanciales en la historia para hacerla más afín a la idiosincrasia de los tiempos que corren; sin embargo esto resulta en una experiencia irregular que no funciona como debería y pierde fuelle en sus momentos más importantes, con una dirección plana y una puesta en escena desangelada, entre otros aspectos que se exponen en las siguientes líneas.

El principal factor que generó discordia entre los espectadores es uno de los elementos menos caóticos de Blancanieves. El trabajo de Rachel Zegler en el rol titular es correcto sin llegar a ser particularmente memorable, contando como sus puntos fuertes la calidez que transmite en determinados puntos de la historia, como las secuencias con los enanitos y las criaturas del bosque, además de su innegable talento para los números musicales, habida cuenta de su experiencia en el mundo del teatro musical. Sin embargo, en líneas generales no posee la fuerza dramática ni el carisma contundente que ha demostrado en otras producciones, como el remake de West Side Story (2021), su mejor trabajo hasta la fecha.

El problema se encuentra focalizado en una dirección actoral que deja mucho que desear y afecta considerablemente a sus compañeros de reparto. El caso más lamentable es la fallida interpretación de Gal Gadot como la Reina malvada. Aunque la actriz cuenta con el porte y el estilismo visual que caracteriza al personaje, su trabajo se ve lastrado por un exceso de gesticulaciones y tics corporales que en conjunto con una caracterización teatral a la hora de enfrentar los diálogos y la nula profundidad emocional a la hora de aportar matices, la convierte en una figura caricaturesca y excesivamente histriónica, situándose a la sombra de su contraparte animada.

Tráiler de Blancanieves (2025)

Por otro lado, el actor Andrew Burnap encarna a Jonathan, el interés romántico de Blancanieves que se percibe como un calco sosainas de Flynn Ryder de Enredados (2010), ya que se percibe como un acompañante plano sin mucho que ofrecer en términos de vivacidad y desparpajo. Su química con Zegler es regular y no llega a generarse una verdadera conexión que traspase la pantalla.

En el aspecto narrativo, Blancanieves sigue la estructura clásica de la cinta de 1937, pero añade nuevos ingredientes y modificaciones a la historia en momentos clave, además de presentar giros en la personalidad de ciertos personajes, como Blancanieves que deja de ser una chica dócil para convertirse en una líder determinada y justa, lo que funciona como hilo conductor para tejer una narrativa de empoderamiento femenino y reinterpretar temas de la historia original como las nociones sobre el verdadero significado de la belleza y la bondad de acuerdo a los cánones contemporáneos, añadiendo algunas capas de interés como la opresión sistémica bajo un liderazgo tiránico y un mensaje social de liberación que busca resonar en el panorama político convulso de estos tiempos. El problema es que esto se convierte en un arma de doble filo al no encajar demasiado bien estos temas valiosos con la tónica de un cuento de hadas tradicional, dando como resultado un batiburrillo de intenciones que se quedan en lo políticamente correcto y no van más allá.

Tampoco resulta particularmente innovadora la reinvención de la narrativa alrededor de la Blancanieves salvadora, ya que el guión a cargo de Erin Cressida Wilson guarda muchas similitudes con lo visto en otras versiones del personaje como las de Blancanieves y el cazador (2012) y Espejito, espejito (2012), además de elementos de otras producciones populares de Disney como la ya mencionada Enredados a la hora de desarrollar la relación entre Blancanieves y Jonathan. De esta manera, entre recreaciones de escenas icónicas y nuevos números musicales, la cinta avanza de manera apresurada hasta llegar a un tramo final sin alma que se configura como lo peor de la función por su falta de epicidad y resolución extremadamente cursi y panfletaria. Esta vez el vivieron felices para siempre y comieron perdices llega con un matiz descafeinado. Su punto más bajo.

En el plano técnico, Blancanieves presenta otra serie de elementos que no parecen funcionar del todo y hacen que la puesta en escena flaquee considerablemente. El diseño de producción de Kave Quinn cuenta con algunos escenarios logrados y muy atractivos a la hora de recrear una estética de fantasía como la casa de los enanitos que es una recreación fiel de la versión animada con todos sus detalles, como las camas con los nombres de los personajes y el puente que da entrada a la construcción. Asimismo, el bosque captura la esencia a primera vista tenebrosa pero luego mágica que nos brindó algunas de las imágenes más memorables de la cinta de 1937. El problema radica en la recreación del reino con unos escenarios y decorados que se asemejan más a la artificialidad de la representación de una feria medieval que un mundo de época sorprendente. El castillo de la Reina tampoco destaca, con interiores a los que se les saca muy poco provecho y resultan en cierto modo despersonalizados.

La fotografía de Mandy Walker ofrece un festival de colores e iluminación cálida en las secuencias del bosque, logrando una traslación fiel de la paleta de colores primarios de la cinta base pero adquiere un aspecto «deslavado» en lo referente al reino con una colorimetría que exagera las tonalidades ocre en un ejercicio visual que parece resuelto con herramientas de inteligencia artificial. El conjunto se ve deteriorado aún más por los efectos especiales, donde el CGI toma protagonismo y hace que no se pueda disfrutar genuinamente de las texturas presentes en el trabajo de Walker, con retoques innecesarios en elementos como los diamantes de la mina donde trabajan los siete enanitos, en una secuencia que da gripa por su acabado de videojuego cutre. El diseño de los personajes efectivamente es tan deficiente y extraño como se anticipaba, con unos rasgos faciales que incomodan y a los cuales es difícil acostumbrarse, aunque durante la historia estas figuras cuenten con momentos de diversión y carisma que puedan generar complicidad con el espectador.

Más acertado resulta el trabajo de diseño en las criaturas del bosque, con animalitos que poseen un aspecto encantador y por los cuales es fácil sentir ternura en cada una de sus apariciones. Desde rostros expresivos hasta detalles que alcanzan un buen balance entre la fantasía y el hiperrealismo, como sus movimientos y la textura de los pelajes, en este caso si han atinado de pleno los responsables creativos. El diseño de vestuario a cargo de la renombrada Sandy Powell funciona a la hora de recrear los atuendos de la reina, con una serie de diseños elegantes que establecen su posición de poder y control y que se ven complementados por la imponente corona multicolorida que porta el personaje. En el caso de Blancanieves no sucede lo mismo, ya que la intención de recrear el vestido icónico azul y amarillo de la cinta animada falla estrepitosamente y el acabado final parece una prenda adquirida en una tienda de disfraces. Lo mismo sucede con el vestuario de los demás personajes, con un ejemplo claro en Jonathan y la sudadera anacrónica que utiliza a lo largo de la cinta, dando un aspecto de un diseño extraído de una obra de teatro de bajo presupuesto.

El departamento de maquillaje y peluquería corre con la misma suerte en el acabado de nuestra protagonista, con un estilismo que se aleja del look de la princesa animada pero no tiene una personalidad propia y afecta su diseño visual. El trabajo con el personaje de la reina funciona mucho mejor al complementar el aspecto de la villana animada con la innegable fotogenia de Gal Gadot, pero adquiere un resultado deficiente a la hora de su transformación en una anciana, con prostéticos que no convencen y se ven tan irreales como los rostros de los enanitos.

La música compuesta por Jeff Morrow es exitosa con partituras nostálgicas y delicadas que ayudan a generar un ambiente de ensueño reminiscente de las historias de princesas de antaño. En el caso del soundtrack, encontramos una lista de canciones, entre las que se encuentran algunos temas icónicos de la cinta animada como los divertidos «Heigh-Ho» y «Silbando al trabajar» en conjunción con creaciones nuevas para la historia cortesía del dúo Pasek y Paul, famosos por sus trabajos en cintas como La La Land (2016) y El Gran Showman (2017). Pero estos agregados musicales en su mayoría son olvidables, a excepción de la poderosa «Waiting on a Wish» interpretada por Zegler. Del resto no hay mucho que comentar, pero es inquietante lo chirriante e incómoda que resulta «All is Fair«, la canción creada para la Reina que se posiciona como la peor del conjunto en arreglo musical y letras. Además, da lugar a una de las escenas más bochornosas de la producción, con una puesta en escena y coreografía que desconectan por unos minutos del visionado. Así de insólita es.

También hay que mencionar la falta de impronta autoral en la dirección de Webb. A diferencia de otros live-action de Disney como La Cenicienta (2015) y el Libro de la Selva (2016) donde directores como Kenneth Branagh y Jon Favreau lograron combinar con éxito sus estilos narrativos con los códigos de la casa del ratón, aquí no se aprecia un esfuerzo notable por conseguir un producto distintivo y lo que permanece es una historia de fantasía más bien sosa sin la magia de Disney y mensajes positivos que se pierden en un mar de ideas y planteamientos visuales dudosos.

En conclusión, Blancanieves es otra adaptación innecesaria y decepcionante de un clásico animado de Disney. Un quiero y no puedo que no posee la originalidad ni la visión propia para sostener su lectura revisionista de los cuentos de hadas de antaño.

Ficha técnica:

Snow White (2025)

  • Estados Unidos
  • Duración: 109 min.
  • Dirección: Marc Webb
  • Guion: Erin Cressida Wilson
  • Música: Jeff Morrow
  • Dirección de fotografía: Mandy Walker
  • Productora: Walt Disney Pictures
  • Género: Fantasía. Musical

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