Vaya por delante que creemos en nuestro sector, que nuestro país puede y debe ser una potencia audiovisual, por sus localizaciones naturales, urbanas, rurales e históricas; y, por supuesto, por su preparación técnica. Sin embargo, hay una parte de toda esta industria que está denostada, y somos aquellos que llenan las escenas. Los que cruzan detrás de los actores, los que llenan un mercado, los que se baten en una batalla, etc.
Los contratantes se guían por, en cuanto a emolumentos y condiciones laborales, por un convenio que se firmó en 2016 y que caducó en 2019, manteniendo unas tablas salariales que han llegado a estar por debajo del SMI hasta hace muy poco.
En 2019 se firmó un nuevo convenio, pero luego fue recurrido por una asociación de productoras, y desde entonces duerme en el cajón de algún juzgado. Se supone que un convenio no puede estar por debajo de la legislación, sin embargo no se nos paga nocturnidad, que no está recogida en nuestro convenio; hay que pelear para que se nos considere el incremento por día festivo reconocido, y muchas veces hasta se nos cicatean las horas extras.