Crónica día 5

Juan Pablo Bargueño – 20/05/2023

"Banel e Adama" y el cine africano con identidad propia

Hoy era el gran día en Cannes. Las calles estaban llenas de transeúntes de mirada inquieta, que iban descolocados por las estrechas calles de la ciudad. La policía gritaba y señalaba, los militares de boina verde dirigían con la mirada, sin necesidad de pronunciar una sola palabra. Otros, con sus mejores galas, pedían en el silencio más pulcro —como si se tratase de un castigo— entradas para Killers of the Flower Moon (2023). Yo diría que demasiada parafernalia para el arte cinematográfico. Aunque no ha sido posible ver la nueva de Martin Scorsese, ha habido otras películas, además muy diferentes a lo que ya hemos visto en el festival, que han conformado un curioso día en Cannes.

La primera fue Banel e Adama (2023) de la directora senegalesa-francés Ramata-Toulaye Sy. Se agradecen este tipo de propuestas tan innovadoras en el cine. Si hacemos memoria, todas las películas que transcurren en áfrica se alejan de una narrativa propia que use su espacio para crear una historia única, sino que la narrativa más común acaba por caer en la redundante violencia de siempre —guerra, piratas o terrorismo—, o en futuribles extraños que se intentan colarle al público cultura norteamericana disfrazada de colorines y elementos exóticos que no representan a ninguna de las culturas africanas.

En este caso, Ramata-Toulaye ofrece una cinta única y sincera que expone la vida de un joven matrimonio de una aldea en Senegal. Esta historia de amor se apoya en una sucesiva mezcla entre lo real y lo onírico a través de imágenes de una belleza descomunal. También, la cinta recurre a la desesperación por el desfavorable destino, que resulta en una sucesión de problemas que alejan al ser de la magia de la juventud —rebeldía, amor, felicidad—, y lo acercan a la inseguridad y la incertidumbre de la adultez. En Banel e Adama hay misticismo y hay crudeza, pero también hay amor e inocencia. En definitiva, tiene mérito que una cinta africana apueste por la autoría, y más con una identidad tan marcada.

Banel e adama 2023, película en Cannes
Fotograma de Banel e Adama (2023)

Tras embarcar en la cultura senegalesa, ahora tocaba experimentar uno de los viajes más extraños que he vivido en una sala de cine, esta vez con la cultura de los indios americanos en la película Eureka (2023) de Lisandro Alonso. La cinta se divide en tres partes muy marcadas, primero una película wéstern, después un doble relato femenino en una reserva de los Estados Unidos y, por último, la perspectiva de una tribu en la selva brasileña. Si bien queda claro que la línea a seguir es la de los indios, esta triple fusión de relatos resulta forzosa e inconcluyente.

La cinta ofrece cosas interesantes, como por ejemplo el tratamiento del silencio y la quietud como elementos llenos de información acerca de los personajes. Aun así, estos silencios se hacen extremadamente largos y no llevan a ningún lado. Eureka parece una sucesión de ideas poco planeadas que han sido conectadas toscamente en un intento por exhibir la figura del indio, primero desde una perspectiva cultural en el cine, y después desde una perspectiva sociopolítica en la que los indios norteamericanos viven en zonas de reserva donde el juego, la bebida y la delincuencia son el pan de cada día, y también, en la que las tribus brasileñas se ven afectadas por la explotación en trabajos como la búsqueda de oro.

Incluso, si juntamos estos elementos, se podría decir que Alonso llega a la conclusión de que la naturaleza es el único estado puro. Se debe atender a elementos como el paso de las vías del tren por medio de la selva, los casinos, el alcohol… Todo lo que sea consecuencia de la revolución industrial solo puede llevar a la degeneración moral y espiritual. Dicho esto, por mucho que le encontremos el sentido, la película se hace cuesta arriba entrada la segunda parte. Por mucho que Alonso intente establecer una conexión —no tengo claro que él lo tenga claro—, la película fracasa totalmente en encontrar un sentido, resultando en un experimento insoportable para el espectador.

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