Entrevistas

Lucas Milla Piñeiro – 03/01/2024

DELIRIO PIROTÉCNICO
CON ENTREVISTA A DARÍO YAZBEK

“El cine ha muerto”. Cuatro palabras que pronostican el temor de una nueva generación de cineastas. Como si de facciones políticas se tratara la comercialización del séptimo arte se ha dividido a lo largo de la historia en dos grandes grupos: el endogámico y consagrado “cine de autor” y el excesivo y sintético “cine comercial”. Se hace notoria esta exacerbada polarización solo con preguntar a pie de calle por la Concha, Palma, Oso o incluso Oscar del año. Solo la voluntad del cinéfilo accede a la “vanguardia” del cine contemporáneo, para el resto, el cine se ha convertido en la hamburguesa del Mcdonalds de sabor sintetizado que sacia pero no alimenta.

Pero ¿cuál es la causa de este fenómeno? Muy sencillo, un analfabetismo cinematográfico generalizado. Frente a una sociedad fácil de impresionar a base de lenguajes cargados de imágenes pseudo poéticas y de efectismos miméticos, la industria de los festivales se ha encargado de seleccionar la película que debe ser vista, no la sociedad. Esto no sería un problema si los festivales fueran regidos por el principio de alzar al público nuevas perspectivas. Pero los festivales se han convertido en homogeneizadores del discurso audiovisual.

Muchos “cineastas de la pose” generan obras prefabricadas para acceder a estos festivales, cineastas que creen que la profundidad de una obra es proporcional a la intensidad de un filtro que emula una grabación en 8mm. Al no encontrar la vía para romantizar su presente, evocan el pasado. Los que hace unas décadas imitaban el estilo Dogma con el afán de consagrarse, hoy siguen a un nuevo mesías, seleccionado por una de estas complejas máquinas homogeneizadoras, un nuevo mesías como puede ser Apichatpong Weerasethakul.

Eso explica, por un lado, el fenómeno Barbie (2023) o, por el otro, la masiva irrupción de estudiantes de cine en las salas del Doré para ver y aplaudir al pasado con cintas mitificadas como El espíritu de la colmena (1972) o lo nuevo en la cineteca de Weerasethakul.

Por lo tanto, al diluirse hoy en día el criterio popular por la incapacidad de lectura, el corte editorial del cine se lo reparten la figura de oro de turno y la capacidad publicitaria de una hamburguesa del McDonalds.

El mexicano Dario Yazbek conoce de primera mano estas dos facciones de la industria. Es amigo del galardonado director mexicano Michel Franco, con el que ha trabajado en diversas películas y dio el salto a la fama con La Casa de las Flores (2018), una telenovela del gigante del entretenimiento Netflix.

Con la excusa del estreno de su última película No voy a pedirle a nadie que me crea (2023) y viendo que una gran parte de las entrevistas que se le habían concedido hablaban de rutinas y cuestiones insustanciales, he intentado, en una entrevista de media hora, sondear material que trascienda a este símbolo del mainstream latinoamericano e incluso internacional.

Dario Yazbek

El actor Darío Yazbek (izquierda) hablando con el director Lucas Milla (derecha) | Fuente: Samuel Pons.

Pregunta- Antes de entrar en materia, me gustaría acceder a la génesis de esta inquietud por el arte dramático. He leído en la Wikipedia que tu primera incursión en el campo fué con una obra escolar a tus catorce años.

Respuesta- Eso fue una cosa de la escuela y yo me eché encima el trabajo de hacerlo pero no era consciente todavía, que era a esto a lo que yo me quería dedicar. De hecho, mi primera vocación fue la política, pensándolo ahora no me he quedado tan lejos.

P- Ambos vivís de la apariencia.

R- Unos mejor que otros. Yo en ese momento no concebía que lo que realmente quería era interpretar. Fue rodando con Michel Franco Daniel y Ana (2009) cuando descubrí que mi campo era la interpretación.

P- ¿Qué supuso para ti esa primera película?

R- Fue muy interesante el proceso porque fueron como seis o siete meses de casting a los que yo iba una vez a la semana. Yo ya tenía el papel pero Michel nunca me había dicho que era mío. Entonces, yo pensaba que seguía en el proceso de casting y no me lo habían dado. Lo cual fue muy bueno porque estaba muy incorporado. Fue entonces cuando empecé a acercarme mucho a Michel. Él me invitaba a ver películas, me las daba, las platicábamos…

(Irrumpe la camarera para servir su café con leche sin lactosa y mi expreso.)

… creo que fue un suceso muy importante para ver el cine de otra forma. También supuso un descubrimiento el proceso de encontrar al personaje a través de los ojos de Michel, lo que quería él, y el hacer el casting con las actrices que interpretarían a Ana. Me involucré del todo en el proceso. Creo que para mí fue un punto de inflexión a la hora de entender lo que conlleva la interpretación y lo que yo puedo aportar a ella. En definitiva, adquirí la consciencia de lo que representa ser actor.

Luego también al tener diecisiete años me encontré en muchos momentos con la frustración y eso paradójicamente desembocó en curiosidad, una curiosidad que me ha llevado hasta este punto.

P- Michel Franco te da la llave a la cinefilia, lo que deriva en mi siguiente pregunta ¿La usas? ¿Es Dario Yazbek cinéfilo?

R- Sí.

P- Háblame de tus influencias.

R- Me da risa cuando me preguntan por mis películas favoritas porque me da vergüenza aceptar que Superbad (2007) es un peliculón. Hay gente que me pone caras raras pero no me avergüenza tener esa amplitud de gusto. Siempre he entendido el cine por la facción del entretenimiento y me gusta mucho cuando se puede mezclar el cine de autor con el de entretenimiento en esa famosa tercera vía, me parece que ese es el epítome de la experiencia cinematográfica. No hay nada mejor que compartir una película rodeada de gente, Barbie (2023) fue uno de esos momentos, Oppenheimer (2023) fue uno de esos momentos… Luego está el otro tipo de cine, por ejemplo recuerdo ver Anticristo (2009) con Michel y tener esa misma sensación de compartir, de encontrar un símbolo que nos vincule. Si, creo que doy mucha importancia al factor de compartir una experiencia. Otro de mis mitos fundacionales es Fellini

P– ¿Sabes que hay una cafetería muy famosa en Madrid que rinde culto a su mejor película?

R- ¿Ocho y medio (1963)? Si, el otro día estuvimos ahí. Me encanta ese sitio. Es muy gracioso porque vi Ocho y Medio como a los diecisiete, fue en la Cineteca de México, la estaban pasando en 35mm y debo decir que no la entendí y yo hacía como que la entendía en el momento porque quería hacerme interesante y el intelectual.

P- Frente a Michel, ¿No?

R- En realidad frente a todo el mundo. No quería que pensaran que no sabía de lo que estaban hablando y aún después de haberla visto unas ocho veces sigue habiendo complejidades que no llego a entender del todo. Pero creo que lo que me mantuvo interesado para seguir viéndola es que la propia película es como un entendimiento de la vida, incluso una celebración de la vida.

P- Es una película muy buena para empezar.

R- Sí, es un peliculón.

P- Hablemos de tus clásicos autóctonos.

R- Quiero recalcar la relevancia de la película María Candelaria (1943), en realidad todas las de Emilio Fernandez, me parece uno de los grandes cineastas del siglo XX, pero María Candelaria sobre todo. De hecho él rompe con esa convención de que no se puede rodar ni con el sol de mediodía ni con lluvia. Hace un gran uso dramático de esa luz dura. Hay una cuestión muy interesante de la iconografía y lo que representó eso en México hasta ahora. Es una película relevante en la creación del país e interesante por la perversión que lleva dentro de ella, con la transgresión que eso supone al romper con la anterior iconografía hasta el cine contemporáneo.

P- Y ¿qué es lo que más te interesa del cine contemporáneo?

R- Hoy en día, la verdad hay mucho. Alguien que me fascina es Ryūsuke Hamaguchi, Drive My Car (2021) se me hizo un peliculón.

Otro puede ser también Bong Joon-ho que es muy gracioso porque estábamos con Daniel y Ana (2009) haciendo festivales y él estaba en los mismos con Mother (2009), que me gusta más Parasite (2019).

P- Tienes una fijación por el cine asiatico en la que sería interesante ahondar.

R- Cierto. Para continuar con este escáner fílmico, me gusta muchísimo también Titane (2021) de Julia Ducournau y creo que la mejor película del año es The Zone of Interest (2023) .

(intercambio insustancial de nombres y películas que nos interesan)

P- Quiero profundizar en la faceta por la que te diste a conocer, La Casa de las flores, háblame de esa experiencia. ¿Crees que Manolo Caro (director) cumple la tesis que sostienes sobre el cine como entretenimiento?

R- Creo que Manolo está en un proceso muy interesante en el que entiende al público. Creo que pocos cineastas entienden y provocan al público como él. Manolo tiene ese don, ese talento para atreverse y dar su propio giro. Es capaz de sintetizar ideas complejas en conceptos muy sencillos. Él sabe lubricar conceptos que de otra forma el gran público no podría digerir. Convierte lo convencional en excepcional.

Creo además que hoy en día no existe un diálogo entre los cineastas y el público. Creo que Michel ha logrado también establecer ese diálogo entre los dos mundos. Me hace gracia hablar de Michel y de Manolo como representantes de esos dos mundos sabiendo que se quieren mucho.

P- ¿Se conocen?

R- Si, de hecho tengo una foto de ellos dos juntos en un evento.

(me enseña la foto que olvidé pedirle)

Yo estaba rodando simultáneamente Nuevo Orden (2020) y La Casa de las Flores (2018). Los presenté y ahora se quieren mucho. Además les tengo mucho cariño porque son dos personas muy importantes para mi carrera y para mi.

P- ¿Cómo es el cambio de pasar del cine de autor a copar las pantallas del mainstream?

R- De entrada se nota en el presupuesto

Darío Yazbek entrevista

Darío Yazbek

P- Nunca suficiente.

R- Nunca suficiente pero ahora tenía un camper para mi. Cosas raras que no conocía por haber rodado películas de bajo presupuesto. Y creo que fue para mí un paso muy bonito. Ya no solo por el presupuesto sino por el amor del público y la generosidad del equipo. De hecho, gente gringa que no era latina que caminaba por Nueva York me decía “O my god, I love your show” y mi mente decía, no, no puede ser, tú no sabes leer subtítulos, tú no ves películas latinoamericanas. Fue precioso ver ese cariño, me llegan cartas desde Japón, lo cual es muy bonito.

Pero soy consciente de que la fama es un falso camino que va y viene que hay que entender y saber disfrutar. En la nueva película que he rodado hay un personaje que dice “todos somos nuevos ricos con el éxito” y es muy fácil emborracharse de ese éxito.

P- ¿Tienes miedo de que se te encasille como actor de telenovela?

R- Creo que he sido bueno con eso porque me he sabido balancear entre esos dos mundos. Pero, obviamente existe ese miedo que las productoras te encasillen y caer en ese lugar cómodo de hacer el mismo personaje, eso me da más miedo. Creo que es una forma de reenamorarme del proceso.

P- Volviendo a Fellini, más concretamente a La Dolce Vita, hablemos de la banalidad en el cine.

R- Es muy frívolo. Esta sensación de ser nuevo rico muchas veces te lleva a actitudes banales. Pero lo que realmente hacemos no es tan importante. Somos un medio hiper burgués y banal. Antes siempre tenía la sensación de estar inventando la rueda, pero no, no estamos inventando la rueda, no estamos solucionando el conflicto en Israel pero tenemos un impacto.

No te lo voy a negar, se ha perdido el impacto del cine y eso ha sido culpa de la industria. De eso podríamos hablar otra media hora porque muchos somos culpables de eso. Por otro lado, estoy agradecido de que el éxito me haya llegado a esta edad. Creo que la forma que tengo de llevar esto es siendo consciente de que no soy tan interesante. Creo que es la única forma de sobrevivir porque es tanto el ruido que es muy fácil perderse en este mundo.

P- La vorágine de la banalidad.

R- Es una vorágine. Terminas el festival y te llega una soledad en la que te encuentras contigo mismo. Vives de esos pequeños momentos de brillo. Igual que cuando terminas una película. Te despiertas al día siguiente y… ¿ahora qué?

P- Como un drogadicto, otra.

R- Pues sí, porque es muy duro el silencio. Llegar y decir “lo he dado todo, he tenido este momento climático con un montón de gente y ahora no les importo”. Hay que aprender a vivir con ese silencio.

P- Quiero que me des un pronóstico del cine. ¿Hacia dónde vamos?

R- El cine está en un momento crítico. En una crisis en todos los sentidos. Hace nada salimos de una huelga que estuvo rara. Yo presenté una peli en Venecia y no podía estar ahí. Y fue darme cuenta de que los festivales de cine están perdiendo una relevancia porque también hay falta de conexión con el público y una falta de conversación, creo que el mundo de los festivales se ha vuelto muy intelectual, elitista, donde no hay una conexión con el público y por otra parte está la de los estudios que se ha vuelto muy alejada de la parte de autor.

Por eso también las películas no trascienden, porque no es una película de autor. Y yo digo, ahora la generación que tendrá entre 12 y 20 años no tiene una película que sea su mito fundacional en el cine, como lo fue Star Wars, La Naranja Mecánica (1971) o Pulp Fiction (1994). Hay una cantidad de películas que para muchas generaciones fue como ese momento que te abre la cabeza para decir ¿cómo existe esto? Que realmente es la parte más bonita del cine, la que te obsesiona por algo que ni siquiera existe, una fantasía, una historia y unos personajes, un mundo… No hay nada de eso, yo lo hablo con gente que es de esta generación y me interesa mucho escuchar lo que tienen que decir. Creo que hace falta diálogo, porque ahora existen las redes sociales como TikTok y no siento que se dé una conversación al ir al cine.

P- ¿ Se está muriendo el cine?

R- Hay gente que dice que el cine puede morir, pero para mí nunca va a morir porque cuando eres adolescente lo único que quieres es salir de tu casa y una de las únicas formas es salir el cine. Entonces, de entrada los adolescentes son un gran público, y siento que no hay una búsqueda por parte de los estudios, con una propuesta fuerte de volver a ganar una cierta relevancia y yo creo que ahí está la crisis, que estamos separadas las dos cabezas, los dos universos y no hay interacción entre ellos.

P- ¿Es un problema exclusivo de las productoras?

R- Si, porque el público al final lo consume igual y el público lo quiere, entonces bueno, ya viste lo que pasó con Barbie y Oppenheimer de que esta es una cuestión de cómo lo comunicas y del producto que le estas dando, porque la gente tiene tanto acceso y tantas cosas que los productos están muy sofisticados y por eso no sienten curiosidad y no van a verlo, por eso creo que se tiene que buscar una mezcla entre autor y entretenimiento.

P- La tercera vía.

R- Sí, exacto, eso que en los 70 estuvo, en los 80 estuvo, en los 90 estuvo, ¿por qué hoy no? Creo que ese es el problema, el resumen del mundo. En México te podría decir que estamos en esa crisis completamente. Hay películas hiper comerciales y películas de autor y estas últimas no las ve más allá que el público que les gusta el cine. Las comerciales las ve un público más general pero tampoco les gusta porque están muy manufacturadas, son como una máquina de galletas.

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