Andréi Tarkovski: biografía, películas y características de su cine
Desde que los hermanos Lumière brindasen al mundo, la oportunidad de soñar a través de la cinematografía, ha habido innumerables creadores que han llevado el medio hasta cotas artísticas, que hace cien años eran inimaginables. Directores que han hecho del séptimo arte, no solo un medio con capacidad de entretener a las masas, sino de reflejar los sentimientos más recónditos de cada una de ellas. Si hubo alguien que consiguió con creces, convertir la poesía en imagen, ese fue Andréi Tarkovsky. Muchas veces considerado como un director complejo, con películas demasiado abstractas, Tarkovsky fue el director de cine que mejor supo moverse en esa marea de ensoñación cinematográfica; con permiso de Ingmar Bergman, Federico Fellini o Akira Kurosawa.
Es completamente imposible entender el séptimo arte, sin la figura de creadores como el director ruso, que rompieron con todas las estructuras predefinidas hasta aquel momento, y llevando su obra hasta lugares inexplorados. Las películas de Tarkovsky, no pretenden seguir una estructura narrativa lineal, ni conseguir forzadamente desarrollar una trama principal. Sus películas se rigen por su particular manera de concebir el arte y las pasiones humanas. En este artículo, buscaremos indagar más sobre su extraordinaria obra cinematográfica, haciendo un repaso desde su vida hasta sus películas.
Biografía
Tarkovski durante un rodaje
Andrei Tarkovsky, nació el 4 de abril de 1932 en la pequeña localidad rusa de Zavrazhye. Su padre, Arseny Tarkovsky, fue uno de los poetas rusos más importantes de la época soviética; el propio director ruso incluyó en repetidas ocasiones fragmentos de poemas de su padre en sus diferentes obras cinematográficas. Su madre, Maria Ivanova Vishnyakova, fue editora literaria después de haber obtenido la licenciatura del Instituto Literario de Maxim Gorky.
El director ruso pasó su infancia en Yuryevets, al noroeste del país. Con la edad de cinco años, el padre de Andrei Tarkovsky abandonó la casa familiar para ir a la guerra, dejando un profundo vacío en la vida del director. A partir de este acontecimiento, la madre de Tarkovsky tuvo que tirar de él y su hermana, sin la ayuda paterna por un tiempo.
En 1939, su madre decide mudarse con sus dos hijos a Moscú, donde trabajaría en una imprenta. El padre de Tarkovsky, volvió del frente de batalla con una pierna amputada, que le tuvo inválido de por vida. Su madre quería que el joven Andrei, se formara en el campo del arte y la música. Por ese motivo, Tarkovsky empezó a tomar clases de piano en una escuela de arte del centro de Moscú. Al poco tiempo, empezó a perder interés en la música, mostrando un mayor interés en la literatura.
Poco a poco, Andrei Tarkovsky transladó su pasión por la literatura hacia las obras cinematográficas de la época. Empezó a fascinarse con ciertas películas soviéticas, que le llevaron a ingresar en el Instituto Estatal de Cinematografía, en 1954. Este instituto era uno de los más prestigiosos de todo el país, lo que hizo que el propio Tarkovsky, conociera a varios coetáneos de su gremio. Durante su época universitaria, no solo tuvo la oportunidad de estudiar el cine soviético, sino de admirar obras cinematográficas de otras partes del globo, especialmente de Europa.
El director ruso se enamoró de filmes del neorrealismo italiano, y de las obras de directores como Luis Buñuel, Ingmar Berman o Robert Bresson, entre otros. El maestro y mentor de Tarkovsky fue Mikhail Romm, quien también fue profesor de otros estudiantes, que al igual que Andrei Tarkovsky, se convertirían en cineastas influyentes, destacando a Vasili Shukshin y Andrei Konchalovsky.
En 1956, Tarkovsky dirigió su primer cortometraje estudiantil titulado Los asesinos (1956); un cortometraje, basado en un cuento de Ernest Hemingway. En 1957, Andrei Tarkovsky se casó con Irma Rausch, quien estudió con él.
Irma Rausch, fue una actriz rusa que participó en varias películas de Tarkovsky, como La infancia de Iván (1962) y Andréi Rubliov (1966). En 1970, tras trece años de matrimonio, Irma Rausch y Andre Tarkovsky, deciden separarse. La aplanadora y el violín (1961) fue el trabajo de fin de carrera del director ruso, que a su vez le hizo ganar, el primer premio en el Festival de Cine Estudiantil de Nueva York.
Desde muy temprano, podemos ver el talento enorme del director, en el que ya asentó sus bases como cineasta. Su indagación constante de las problemáticas existenciales, lo podemos ver desde su primer film estudiantil. En La aplanadora y el violín (1961), Tarkovsky muestra el contraste entre la brutalidad de la violencia y la fragilidad de la inocencia.
Tarkovsky y su cine
A partir de este apartado, nos vamos a basar en el libro del propio Andrei Tarkovsky, Esculpir en el tiempo: Reflexiones sobre el arte, la estética y la poética del cine; una obra literaria de obligada lectura para todos aquellos que quieran aproximarse al mundo del arte. Un libro, donde el director ruso reflexiona sobre su propia concepción del arte y como desde esa base, ha ido moldeando su filmografía. Partiendo desde la idea más primigenia, de que entendemos por arte, hasta sus fuentes de inspiración en cada uno de sus largometrajes.
El arte como ansia de lo ideal
Para Tarkovsky, el arte debía de servir como reflejo de la existencia humana o dicho de otra manera, como muestra tácita de una verdad existencial que diera sentido a nuestras vidas. Esta búsqueda de la verdad, es una de las piedras angulares del director, a la hora de confeccionar sus obras. Andrei Tarkovsky, no pretendía hacer obras de entretenimiento, sino quería despertar algo muy recóndito dentro del alma humana.
Para mí no hay duda de que el objetivo de cualquier arte que no quiera ser consumido como una mercancía consiste en explicar por sí mismo y su entorno el sentido de la vida y de la existencia humana. Es decir: explicarle al hombre cual es el objetivo y motivo de su existencia en nuestro planeta. O quizá no explicárselo, sino tan solo enfrentarlo a este interrogante.
Andrei Tarkovsky, Esculpir en el tiempo
También hace referencia al arte, como medio de expresión fundamental del ser humano. El arte existe, porque hay alguien que necesita decir algo, alzar la voz por así decirlo. Por tanto para Tarkovski, su cine es la máxima expresión de su persona; su infancia, sus anhelos vitales, sus frustraciones…
El arte surge y se desarrolla allí donde hay ese ansia eterna, incansable, de lo espiritual, de un ideal que hace que las personas se congreguen en torno al arte.
Andrei Tarkovsky, Esculpir en el tiempo
El estudiante de Praga (1913)
El propio Tarkovsky, reconoció sentirse muy influenciado por la obra de Luis Buñuel, sobre todo por la manera de estructurar sus películas. Por muy contestarías o provocativas que pudieran parecer, tanto Buñuel como Tarkovsky, basaban sus estructuras narrativas desde una perspectiva poética. Por ejemplo Un perro andaluz (1929), muchos han intentado a lo largo de los años dar sentido a lo que Buñuel y Dalí contaban en dicho film, pero no era más que un conjunto de sueños suyos.
No querían contar una historia abstracta, sino provocar emociones buenas o malas en el espectador. Tarkovski entendía el cine de esa manera, como algo que debía sentirse y no ser entendido.
Buñuel está determinado sobre todo por una conciencia poética. Sabe que una estructura poética no necesita declaraciones de ningún tipo. Que la fuerza del arte está en otro lado, en su fuerza de convicción emocional, es decir en su viveza única.
Andrei Tarkovsky, Esculpir en el tiempo
El tiempo sellado
Andrei Tarkovsky concebía su cine, como un mero espectador de la realidad que se escondía detrás de lo mundano. Dicho de otra manera, como alguien que sellara un momento en el tiempo, haciendo de ello algo inmortal e imperecedero. Sus películas cuentan con planos largos, en las que no hace muchos cortes de edición. El plano según el director ruso, se debe de sostener en el propio ritmo y fuerza de la imagen, sin necesidad de forzarlo mediante “trucos cinematográficos”. El escenario, el actor o la música, entre otros factores, deben conseguir que el plano obtenga una fluidez lo más cercana a la realidad.
A priori algo muy ambicioso, pero tremendamente poético y artístico, donde Tarkovski llevaba sus creaciones hacia la verdad más palpable del ser humano.
La pureza del cine y su fuerza intransferible se muestran no en la agudeza simbólica de las imágenes, por muy audaces que estás sean, sino en el hecho de que las imágenes expresan la concreción e irrepetibilidad de un hecho real.
Andrei Tarkovsky, Esculpir en el tiempo
Por tanto, el tiempo se manifiesta en el cine a través de un hecho según Tarkovsky. Por otro lado, ese hecho se obtiene mediante una observación sencilla del director. Para explicar esta parte de su creación, ponía como ejemplo los haikus japoneses; breves poemas que conectaban tres elementos, a priori inconexos. Mediante este ejemplo, Tarkovsky hacía referencia a la observación más intuitiva y natural del ser humano. Estos elementos que no son familiares entre sí, consiguen crear una concepción ilimitada de ellos.
Puede que alguien interprete un haiku de una manera totalmente distinta a la que la concibió el creador, y no por eso deja de ser menos aceptable. Este hecho puede suceder en distintas formas dentro del arte y en gran medida, es lo que hace al arte una fuente ilimitable de ideas y concepciones. Al igual que el tiempo, una historia en el cine es una concepción determinada por el autor, de la que no debemos depender en extremada medida.
Tarkovsky quería parar el tiempo usándolo a su favor, de forma que crease estructuras fílmicas en donde la historia no dependiera de factores fijos o limitantes, sino que se abriese ilimitadamente ante el espectador.
El colocar al hombre en un espacio ilimitado, el hacer que se funda con una masa inmensamente grande, directamente junto a él, y con hombres que pasan, alejados de sí, el ponerle en relación con todo el mundo: ¡ése es precisamente el sentido que tiene el cine!
Andrei Tarkovsky, Esculpir en el tiempo
Predestinación y destino
Andrei Tarkovsky siempre tuvo claro que tenía que mantenerse firme en unos ideales, que no pudieran ser corrompibles; algo que previamente ya hemos ido mencionado, pero que en este apartado indagaremos más en ello. La invención del cine y lo que traía consigo el medio para sus creadores, era algo que para el director ruso estaba predestinado a pasar, en otras palabras, la humanidad necesitaba del séptimo arte para indagar en nuevas fuentes de creación.
Tarkovsky tomaba muy enserio el arte que procesaba y mostró en reiteradas ocasiones, el rumbo que había tomado el cine ya por la década de los ochenta. No entendía que se viera al cine como un producto a consumir, como si de ropa se tratara. Así se refería el director al cine comercial, de aquella época:
Hoy hemos llegado a una situación en la que el público prefiere cualquier basura comercial a Fresas Salvajes de Bergman o El eclipse de Antonioni.
Él luchó contra la imposición comercial de las productoras, haciendo en todo momento las películas que quería hacer. Tanto en su etapa en su país natal, como su segunda etapa en Italia, Tarkovsky tuvo claro que un artista siempre tiene que ser fiel a sus ideas, y no sucumbir a la mercadotécnica del espectáculo cinematográfico.
Estilo y características de Andréi Tarkovski
En este apartado, indagaremos sobre los elementos más reconocibles en el cine de Andrei Tarkovsky. Desde como confeccionaba sus guiones, el montaje o como trataba con los actores que participaban en ellas. El director ruso tenía una manera de trabajar y rodar muy estructurada, pero a la vez muy particular, donde había un inmenso lugar para la improvisación. Ese lado tan cuadriculado de hacer las cosas que tienen los rusos, se compaginaba con su lado más artístico y liberal. Nunca forzaba una toma, como lo podía hacer Chaplin por ejemplo; siempre tenía en cuenta, que ante todo, estaba el proceso artístico. A continuación, pasaremos a analizar los principales elementos, en el cine de Andrei Tarkovsky.
Sobre el tiempo, el ritmo y el montaje
El director ruso sostenía que la imagen cinematográfica no debía concebirse bajo un carácter sintético, sino que dependía del ritmo de la toma en cuestión. El ritmo afecta al flujo del tiempo de la toma, por lo cual es indispensable usar de manera eficaz los elementos vinculados con este matiz que señala. Los elementos que marcaran el ritmo de la toma pueden ir, desde las interpretaciones de los actores hasta la composición musical; aunque señalaba que muchas veces, tan solo era necesario tener en cuenta la composición del plano y los movimientos de cámara.
En esta ecuación, no entra el montaje. Obviamente toda obra fílmica debe de ser montada, pero Tarkovsky no recurría a un montaje picado, sino que dejaba que la escena fluyera por si sola. Llegó a decir que los directores que dependían mucho de la edición, era porque necesitaban camuflar su mala labor como directores. Por tanto para Tarkovsky, el montaje debía servir únicamente para no perturbar la relación orgánica de los planos entre sí. A la hora de montar una película, lo que te va marcar el montaje final de la cinta es lo que el denominaba como el “estado interior” del material fílmico.
Todo aquello fue la prueba decisiva de lo que habíamos hecho al rodar. Estaba claro que la unión de las secuencias dependía del “estado interior” del material fílmico. Y si ese estado interior se había introducido en el material al rodar, si realmente había llegado allí y no nos habíamos engañado, entonces necesariamente se podría montar la película y constituir una unidad.
Estilo del cine de Tarkovski
Todo esto venía a colación, por la idea errónea que defendían varios directores de que el ritmo de una película, se construía a partir del montaje. Porque Tarkovski, como ya se ha hecho referencia previamente, entendía que el ritmo surgía del tiempo transcurrido dentro del plano. Una manera muy distinta de entender el montaje fílmico, si lo comparamos con otros directores rusos como Eisenstein o Kuleshov con su conocido efecto Kuleshov. Esta idea del montaje cinematográfico, donde se construía los significados, le parecía a Tarkovsky un medio estilístico, más que un medio para constituir una unidad fílmica.
El flujo del tiempo dentro de la toma tiene que transcurrir a pesar de los cortes de edición que se lleguen a realizar. Un elemento fundamental al que Tarkovsky hacia especial énfasis, era el de la sensibilidad hacia la unidad de planos. Un concepto abstracto que Tarkovsky lo explicaba de la siguiente manera:
La sensibilidad en un plano surge si tras un acontecimiento visible se hace patente una verdad determinada e importante de el mismo.
Lo que quiere decir, es que hay una parte no visible por así decirlo dentro del plano, que no se llega a exponer directamente pero que se insinúa. Algo que transciende dentro del plano, que se extiende de forma ilimitada dentro de la obra. Es cuando un simple plano, consigue pasar de su proceso artificial digamos, para convertirse en algo más que una toma; es cuando el director por fin consigue capturar el tiempo, de forma ilimitada.
Idea y guion
Tarkovksi comentaba que a la hora de realizar un guion para su próxima película, tenía siempre en mente mantener esa idea “infantil” o “primitiva” del primer esbozo. Es cuando uno empieza a racionalizar esa idea, cuando pierde el rumbo original de la misma. Cuando se tiene claro la historia que se quiere contar hay que contagiarla al resto de participantes de la película. El director ruso entendía que hacer una película, era un compromiso de todos los participantes en ella, para que pudiese zarpar en buen puerto; desde el diseñador de vestuario hasta el director de fotografía, todos tienen que tener clara la misma idea.
No es solo responsabilidad del director o de los actores saber qué película se está haciendo. No puede caer, según el director ruso, en una labor automatizada donde el arte quede en segundo plano. Ese es, según Tarkovsky, el reto más difícil de un director; el reto de llevar esa idea primigenia a buen puerto y que sobreviva al final de la producción. Con esto no quiere decir, que deba aferrarse como si de un dogma se tratase, sino de mantener vivo el espíritu inicial del largometraje. Es algo inevitable según Tarkovsky, que un director o realizador tenga que darse un golpe de realidad con lo que está trabajando. Puede que haya cosas que vayan surgiendo a medida que se va rodando la cinta, pero es algo natural en todo arte, ya que hay que estar abierto a todas las posibilidades que se pueden presentar. Tarkovsky tenía una clara idea de la historia que quería contar, pero muchas veces entendía que la película debía hablar por si sola y tomar rumbos, que él a priori no había contemplado.
Tarkovski rodando
Sobre el actor de cine
El actor de cine para Tarkovsky tiene que ser el trasmisor de todas esas verdades que el director pretende expresar, dentro de la película. Por lo general, Tarkovsky buscaba actores con una gran expresividad facial. Actores que no tuvieran que depender de un diálogo, para trasmitir algo delante de la cámara; por poner un par de ejemplos, Margarita Terekhova en El espejo (1975) o Aleksandr Kaydanovskiy en Stalker (1979).
No buscaba interpretaciones exaltadas o efusivas, sino interpretaciones que llegaran al corazón del espectador. Que sean el espejo, valga la redundancia, del alma de los personajes que han sido ideados por el director y guionista del film. Tarkovski trabajaba muy detenidamente con cada uno de ellos, siempre por separado. Entendía que el actor no debía depender del guion, sino que tuviera esas premisas para llevar a cabo la acción impuesta.
Aunque lo importante para Tarkovsky era que el actor conviviera con su personaje, antes y durante la producción. Que el personaje llegara a conectar con la verdad inherente del personaje, era el factor imprescindible, que Tarkovsky buscaba en un actor de sus películas. Alguien que pudiera desligarse de los límites del guion y fluir en escena. Porque creía, que las mejores escenas eran aquellas donde el actor se dejaba ir junto al personaje; cuando dejaba de interpretar y comenzaba a soñar despierto. Por poner un ejemplo claro de lo que se ha mencionado, lo podemos ver claramente en la última escena de El espejo (1975). Una escena, donde el personaje de Margarita Terekhova no pronuncia una palabra, pero que como espectador estas profundamente conmovido; porque la propia actriz estaba conmovida, porque sabía lo que significaba para su personaje ver delante de sus ojos, el paso del tiempo.
Películas de Tarkovsky
La infancia de Iván (1962)
La primera película de Andrei Tarkovsky, que lanza su carrera como director en la antigua Unión Sovietica. La infancia de Iván está inspirada en un relato publicado en 1957 del escritor soviético Vladímir Bogomólov. Es una película que narra la odisea de un pequeño joven llamado Iván, que está decidido a participar en la guerra contra los nazis, pese a su corta edad. La infancia de Iván destaca por ser una película bélica en la que no se ve ningún tiro o confrontación armada, sino más bien explora el mundo interior de sus personajes. Una de las grandes obras del maestro ruso.
Andrei Rublev (1966)
Basada en la vida y obra del pintor ruso Andrei Rublev. Es una película biográfica en la que Tarkovsky la adapta libremente siguiendo un poco el espíritu del personaje tan misterioso de Rublev. Andrei Rublev es la primera película donde Tarkovsky indaga más a fondo temas, que serán seña de su filmografía a posteriori. La religión es el tema principal de la película y de cómo el personaje va en la búsqueda de Dios a través de su arte. Una película que pese a durar más de tres horas, vale la pena ver por el misticismo de la que se ve impregnada.
Solaris (1972)
El director ruso también se adentró en la ciencia-ficción espacial, a su manera. Basada en la novela de ciencia ficción del escritor polaco Stanislaw Lem, Solaris es una historia espacial que indaga cuestiones trascendentales de los propios tripulantes. Si 2001 Odisea en el espacio (1968) cambió el género de la ciencia ficción por completo, Solaris (1972) introdujo un nuevo subgénero, en donde lo importante no era lo que estaba pasando afuera de la nave, sino dentro de ella. Una obra maestra de la ciencia ficción que demuestra la versatilidad que tenía Tarkovsky a la hora de realizar sus largometrajes. Una de las películas del director ruso, que todo el mundo debería ver al menos una vez en su vida.
Análisis de Solaris
El espejo (1979)
La película más personal del director, donde alcanza su mayor cumbre como creador audiovisual. Una obra tremendamente poética, donde se explora la infancia del joven director y la relación con sus padres. Margarita Terekhova hace de la madre de Tarkovsky, en una de las mejores interpretaciones jamás vistas en la historia del séptimo arte. Una película que no se construye a base de una historia, sino de recuerdos que el propio director tenía de cuando era joven y vivía en una región rural de la antigua Unión Soviética. Es difícil expresar porque esta película es tan extraordinaria, por el mismo motivo por el que resulta difícil racionalizar la poesía; es algo que se vive y se siente.
Stalker (1979)
Es la más conocida de todas las películas del director ruso, y la que más controversia generó en su estreno. Es una adaptación del libro Picnic extraterrestre, de los escritores Boris y Arkadi Strugatski. Es una película distópica donde tras haberse estrellado un meteorito en un lugar denominado como “La zona”, se prohibió su acceso a toda la población soviética.
Sin embargo, hay muchas personas que intentan aventurarse dentro de dicha zona prohibida, en la que un grupo de personas llamadas como stalkers, son los encargados en guiar a todo aquel que desee entrar. Una película intensa y compleja, pero a su vez realmente interesante de ver, por el mundo que es capaz Tarkovsky de trasladar a la pantalla. Ese aroma a decadencia y podredumbre, se mezcla con un halo de esperanza y necesidad de encontrar respuestas, por parte de sus personajes.
Análisis de Stalker
Nostalgia (1983)
Es la primera película de Tarkovsky que no fue rodada en su país natal. El director ruso se tuvo que exiliar a Italia, porque el gobierno soviético de aquel entonces no le agradaba el cine que llevaba a cabo. Después de El espejo, esta es la película más personal e íntima de Tarkovsky, que pese haberse visto acogido de buena manera por el país transalpino, era incapaz de no echar de menos su tierra. Nostalgia es una carta de amor a la Rusia que él conoció, a través de la poesía fílmica que tanto le caracterizaba. En esta cinta, Tarkovsky llevaría a cabo uno de los mejores planos jamás rodados, que es cuando vemos al protagonista recostado en medio de una inmensa catedral.
Sacrificio (1986)
Desgraciadamente la última película que Tarkovsky pudo realizar antes de que su enfermedad acabase con él. Una película que el director produjo en Suecia, en la tierra de su admirado Ingmar Bergman; en lo que parecía un presagio del mundo que se avecinaba. Una historia que comienza con el cumpleaños del protagonista Alexander, y acaba en una paranoia colectiva debido a que han anunciado el inicio de la tercera guerra mundial. El miedo de un fin que puede estar muy próximo, añadido a las reflexiones de los protagonistas acerca de la sociedad en la que viven, hacen de esta cinta una gran obra maestra.
Referencias
- Tarkovski, A. (1996). ESCULPIR EN EL TIEMPO. Barcelona, España: Rialp.
- Andrei Tarkovski: el hombre que revolucionó el cine ruso. (2016, 2 septiembre). Recuperado 29 de agosto de 2020, de https://www.cultura.gob.ar/andrei-tarkovski-el-hombre-que-revoluciono-el-cine-ruso_5454/