Crítica de Vidas pasadas (2023): reseña y opinión de la película
Puntuación (5/5)
Crítica de Andrea M. Astola (@mariliendre_)
And there’s no mystical design / No cosmic lover preassigned / (…) ‘cause, with all the changes you’ve been through / It seems the stranger’s always you / Alone again in some new / Wicked little town
Hedwig and the angry inch (2001)
*Esta crítica puede contener spoilers
Una de las tantas cosas que le da su encanto a ir al cine, al menos para mí, es esa sensación de sentimiento conjunto. Estamos todos sentados, viendo lo mismo, sintiendo lo mismo. La luz de la pantalla se refleja en los rostros callados, a oscuras, y brilla alguna lágrima que se resbala. Pero a veces, la luz de la pantalla refleja sobre tu rostro con más fuerza que sobre el de los demás. Porque la película te está hablando a ti, directamente a ti. Eso me pasó a mí con Vidas pasadas (2023) la primera vez que la vi, y la segunda, y la tercera.
A juzgar por ese inicio en el que Nora (Greta Lee) nos mira directamente a nosotros, rompiendo la cuarta pared mientras unos voyeurs al otro lado de la barra intentan averiguar cuál es la relación entre esas tres personas bebiendo a las cuatro de la mañana, se hace vigente que nos está contando una historia, a nosotros, los que miramos, los que la escuchamos. Al igual que en Deseando amar (2000), solo que, en lugar de contarle sus secretos a la piedra, para que los guarde, Nora nos los cuenta a nosotros.
De eso se trata, lo dice incluso el marido de Nora: “Estoy pensando en lo buena historia que es esto.” Y aunque es una frase que me incitó rabia en el primer visionado, porque me pareció deshumanizante para con la aflicción de Nora, tiene razón: es una buena historia, y como tal, tiene que contarse.
Póster de la cinta
Sin embargo, aunque la historia sea suya, su historia como inmigrante, también es nuestra historia, porque nosotros también somos una especie de inmigrante.
“Si has comprado una entrada para este espectáculo, has cogido el metro o un taxi para llegar aquí, te ha costado algo estar aquí, (…) y eso te hace una especie de inmigrante.”
Ser un inmigrante supone dejar cosas atrás. Vidas pasadas vino a decirnos que está bien estar de luto por lo que una vez fuimos, y lo que una vez tuvimos, nos alienta a aceptar el dolor, pero también es la palmada en la espalda que nos da ese pequeño empujoncito para animarnos a seguir adelante, a pasar página.
Vidas pasadas, como debut de Celine Song, es una película a la que se le ven las costuras. Las metáforas visuales son bastante obvias y algo cursis, pero da igual, porque sigue funcionando. La fotografía cuidada y fácilmente reconocible como película A24, con ese grano y colores desaturados que recuerdan a una polaroid que encuentras en un álbum de fotos familiar, una dirección muy fresca de una directora a la que aún le queda mucho por contarnos en el futuro (esperemos) y unas pinceladas de Wong Kar Wai envuelven este abrazo tan desolador como reconfortante que es Vidas pasadas.
Pero, si bien están estas metáforas obvias (como los caminos que se separan ante ellos de niños en el que ella sube unas escaleras, no creo que haya ni que explicar qué es lo que representa), hay un recurso visual en concreto que me encanta el uso que le da: el de los reflejos. Los amantes se reflejan constantemente; en ventanas, espejos, se desdoblan, porque son el reflejo el uno del otro. El distanciamiento y la pérdida de Hae Sung representa también el distanciamiento y la pérdida de Na Young, la persona que era Nora, con su emigración de Corea. Esto mismo hace John Cameron Mitchell en Hedwig and the angry inch (2001) en el desdoblamiento que supone el personaje de Hedwig, que proyecta la identidad que tuvo que dejar atrás en la Alemania del Este en Tommy Gnosis.
Tráiler de Vidas Pasadas (2023)
Podemos ver Vidas pasadas como el reverso maduro de la trilogía de Before (1995, 2004, 2013), podemos verlo como la reconciliación que Fleabag (2016-2019) o Normal People (2020) nunca nos dieron, podemos llorar a las personas correctas que llegaron en momentos incorrectos, pero, para mí, Vidas pasadas hace lo mismo que Hedwig and the angry inch; Vidas pasadas llora a quienes tuvimos que dejar de ser. Por eso, Nora, después tantos años en los que no lloraba en Nueva York “porque a nadie le importaba”, llora por Na Young tras ese largo paseo de vuelta a casa en el que la cámara se mantiene en el silencio.
Sin embargo, Vidas pasadas no solo llora a quienes tuvimos que dejar de ser, sino que también se empeña en recordarnos que dejar cosas atrás hace hueco para que vengan cosas mejores. Gracias a esto, endulza el amargo sabor que podría habernos dejado. Esta puesta en discurso está íntimamente relacionada con que Celine Song emigrara desde Corea del Sur a Canadá, para después llegar a Nueva York (sí, exactamente igual que Nora), y las relaciones internacionales que comprenden estos países.
Otras historias sobre inmigración no tienen este punto de vista reconfortante, sino que ponen el punto de mira en el dolor de irse y en el dolor de llegar. Por ejemplo, a Mitski en Your best american girl, no le parecía que ese nuevo yo que tenía que construirse fuera algo bueno que llegó gracias a que dejó algo atrás. El discurso de Vidas pasadas no deja de ser el mismo discurso del sueño americano. No somos inmunes a la propaganda, sobre todo cuando nos toca tan cerca del corazón.
Ficha técnica:
Past Lives (2023)
- Estados Unidos
- Duración 105 min.
- Dirección: Celine Song
- Guion: Celine Song
- Música: Christopher Bear, Daniel Rossen
- Dirección de fotografía: Shabier Kirchner
- Productora: Coproducción Estados Unidos-Corea del Sur; 2AM, A24, CJ Entertainment, Killer Films. Distribuidora: A24
- Género: Drama y Romance