Crítica de Los tres mosqueteros: D'Artagnan (2023): reseña y opinión de la película

La maldición de las sagas cinematográficas

Uno de los grandes limitantes del séptimo arte es el tiempo —siendo, irónicamente, el elemento que hace de este arte el más especial—. La adaptación de una obra de gran magnitud se vuelve una tarea faraónica e imposible: no hay suficiente dinero y las vejigas de los asistentes no son del tamaño de un pozo petrolífero. Esto es observable en grandes sagas, como la trilogía de El señor de los anillos (2001-2003), o, más recientemente, con Dune (2021). Las películas que conforman estas sagas son difíciles de evaluar, teniendo en cuenta que están narrativamente incompletas y que, su unidad, es parte de un conjunto mayor.

En el caso de Los tres mosqueteros: D’Artagnan, observamos el mismo efecto, aunque su resolución, a falta de la segunda entrega, sea más exitosa que la de las películas anteriormente mencionadas. De hecho, aunque la película cargue con esta maldición a no poder ser resolutiva, consigue encauzar bien las distintas subtramas, a pesar de su intermitente ritmo caótico, consiguiendo un cierre adecuado. Además, esta naturaleza folletinesca le da un toque retro a lo que vendría a ser la propia de la novela por entregas, como muchas de las de Dumas, el más destacado de los autores del folletín.

La imagen entre las sombras

En aspectos técnicos, la cinta es excelente. Singularmente, la fotografía del ya conocido Nicolas Bolduc (Enemy, 2013) impresiona, sobre todo, en la sublimidad del espacio, como las grandes salas del Palacio de Versalles o la interminable costa de Normandía, al igual que en la oscuridad. Muchas tomas otorgan una sensación de suspense; de peligro. Hay algo de filo en las imágenes de este filme; planos en los que las figuras a contraluz se vuelven fantasmas sin rostro; verdaderos maestros de la guerra que esconden la luz de sus ojos detrás de su alicaído sombrero de ala ancha.

Conclusión

Los tres mosqueteros: D’Artagnan es una renovada y fresca adaptación de la obra de Alejandro Dumas. Bourboulon presenta una cinta cuidada al detalle que, a pesar de sus claros fallos narrativos, funciona como una buena película que entretiene gracias a un ritmo frenético y escenas de acción dinámicas. Desde luego, la película parte con ventaja con un apartado visual espléndido, actuaciones sobresalientes y un París de siglo XVII muy bien logrado. A partir de aquí, solo se podrá valorar la obra entera cuando podamos asistir a la segunda y aparentemente última entrega de la saga, Los tres mosqueteros: Milady.