Crítica de No me recuerdas a nada (Slow) (2023): reseña y opinión
“Los hombres que no deseaban a las mujeres”
Puntuación ✪ (4/5)
Crítica de Andrea M. Astola (@mariliendre_)
La primera escena de Slow nos enseña a Elena, bailarina de danza contemporánea, teniendo sexo con un hombre que no conoce. La escena es tan torpe e incómoda como puede serlo la situación. Esa intimidad artificial de cimientos de madera de balsa es a la que Elena está acostumbrada, hasta que conoce a Dovydas, quien no le recuerda a nada.
Slow (2023) es un ejercicio de construcción y reconstrucción de una forma nueva de intimidad y de deseo. La película se presenta como una película sobre la asexualidad, así mismo lo vende el tag line del estreno en España: «una historia de amor sin sexo», que además, es simplemente incierto. Sin embargo, no creo que Slow sea una película que trate sobre la asexualidad, por cómo retrata a sus personajes.
Elena, no solo siendo mujer no normativa, sino además bailarina, ve su vida subyugada a su cuerpo, y a la mirada externa sobre el mismo. Dovydas es un intérprete de lengua de signos, que de una manera distinta también se dedica al cuerpo y al movimiento. En una perfecta unión de forma y contenido, la película, rodada en 16mm, con visibles imperfecciones y desenfoques, repleta de primerísimos primeros planos y planos detalle, es una película íntima y casi tangible. De alguna forma, en lugar de ser una mirada sobre el cuerpo, la película es cuerpo en sí misma, pero también es movimiento. Esta delicada puesta en escena de colores pastel construye, junto a la palpable química de ambos actores, una historia de amor poco convencional de una bailarina que baila sin música.
Póster de la cinta
Es a través de estos mecanismos con los que se nos presenta a Elena, una mujer que solo concibe su valía alrededor del ser deseada, en concreto, del ser deseada de una forma viciada y opacada en detrimento de su propia capacidad de desear. La asexualidad de Dovydas supone una forma distinta de deseo, que al ser tan diferente, al no recordarle a nada que haya visto antes, desafía y hace reflexionar a Elena sobre cómo quiere desear y cómo quiere ser deseada.
Es por esto que la película cierra con otra escena de sexo, de nuevo entre Elena y un hombre que no conoce, pero esta vez, hay en Elena una agencia que no existía al principio de la película. Ya no es el objeto de deseo, ahora es sujeto deseante.
Tráiler de Slow (2023)
No obstante, la película plantea unas problemáticas en su representación de la asexualidad. Resulta realmente curioso ver cómo Dovydas y su principal arco de personaje en relación con la asexualidad funcionan como una suerte de manic pixie dream girl. La tropa cinematográfica de las manic pixie dream girls consiste en un personaje cuidador (canónicamente el interés romántico femenino para con un protagonista masculino) que, en lugar de desarrollarse por sí mismo, sirve para el desarrollo del personaje principal. En lugar de una persona, Dovydas se retrata casi como una experiencia, como si su disidencia opacara sus ambiciones, deseos y arrepentimientos.
Habrá tiempo de sobra para construir narrativas alrededor de las disidencias sexuales, que espero que vengan de la mano de autoras que las vivan. Pero, hasta ese momento, si bien Slow explora nuevos lugares en las relaciones sexoafectivas y la relación entre cuerpo y deseo, aún queda mucha maleza que desbrozar en cuanto a narrativas asexuales y otras formas no hegemónicas del amor y el sexo.
Ficha técnica:
Slow (2023)
- Lituania
- Duración 104 min.
- Dirección: Marija Kavtaradze
- Guion: Marija Kavtaradze
- Música: Irya Gmeyner, Martin Hederos
- Dirección de fotografía: Laurynas Bareisa
- Productora: Coproducción Lituania-Suecia-España; M-Films, Frida Films, Garagefilm International, Film Stockholm
- Género de la película: Romance. Drama
SLOW
Cine de SUNDANCE
Es la historia de una relación de pareja compleja. No sabemos si son características sacadas de la realidad o están preparadas ex profeso para el guion. Me inclino por una historia de ficción en un marco pretendidamente artístico. Unas relaciones humanas excesivamente simplificadas en su presunta complejidad. Unas veces la coreografía de la danza y otras el lenguaje de los signos desorientan al espectador. La atracción sexual entre hombre y mujer no es una atracción amorosa parece decir la historia.
El posible contacto solo está esbozado. La gramática fílmica y la construcción están conseguidas, pero se quedan en un simple ejercicio de estilo con escasísimas pinceladas psicológicas insuficientes en su muestra de… nada. La directora no muestra en ningún momento dónde ha querido ir o dónde ha llegado. El empleo de las canciones y de los bailes se queda para los diletantes de la danza y de la metacomunicación gestual y de signos. Para el resto, solo verlo.
Tal vez mostrar que lo que se entiende por amor no es atracción sexual sino más bien una descarga biológica. En esta sociedad que tiende a centrarse en el perdón y las segundas oportunidades con nuevas pedagogías para su aplicación práctica en la vida con el arte de la danza y el lenguaje de los signos como hacen en esta película lituana a la que nos referimos, pueden ser pasos en el nuevo camino
¿Lento? Sentimiento lento, sin flechazo. Un sentimiento que necesita una preparación, un acercarse a otro sabiendo que, entre tantas reivindicaciones no se sabe de qué,-ensoñaciones colectivas- existe una personalidad asexuada (congénita, adquirida, voluntaria) aceptada. Apenas se queda en el voyeurismo y sigue en la cultura de la culpa y de lo prohibido. No facilita un posible pretendido acercamiento y queda la insatisfacción de que cada espectador ha asistido a una distinta visión según su propio desconocimiento del tema. De todas formas, si lees esto, acude aunque sólo sea por mera curiosidad y por acercarte a una cinematografía que busca su lugar comercial.