Crítica de Sala de profesores (2023): reseña y opinión de la película
El fracaso de la democracia reflejado en el aula
Puntuación ½✪ (3,5/5)
Crítica de Juan Pablo Bargueño
Una idea primaria de las escuelas resulta agradable. Sin embargo, pueden llegar a ser campos de batalla crudísimos. El alumno, con un mundo por descubrir, odia a su profesor y le hace la vida imposible. Quieren, como escribe Roger Waters, que les dejen en paz. No obstante, y tal vez sea por esta desdichada existencia, que esas figuras que cargan con el peso del futuro comienzan a ser comprendidas cuando sus alumnos salen de las aulas. Entienden sus ojeras, sus camisas arrugadas y cuellos desprendidos, el indistinguible olor a café que mantiene intacta a la figura cansada, al que lidia cada día con la inseguridad de la responsabilidad.
Los profesores, misteriosos, probablemente extraterrestres, son figuras interesantísimas para las narrativas de ficción. Porque esa persona sin pecados que nos resultaba tan aburrida en los tiempos de nuestro electrizante despertar; ese tipo apagado y sin vida privada sería incapaz de drogarse, como hace Dan Dunne en Half Nelson (Ryan Fleck, 2006); incapaz de equivocarse, como hace Rainer Wenger en La ola (Dennis Gansel, 2008), o incapaz de matar, como hace Brad Fletcher en Cara a cara (Sergio Sollima, 1967). El pecado de la docente Carla Nowak (Leonie Benesch), la protagonista de la nueva película de Ilker Çatak, Sala de profesores (2023), es el idealismo.
Y no es casualidad que esta historia, que se estrena el dos de febrero, transcurra en una escuela de secundaria en Alemania. Carla y sus compañeros de trabajo deben creer firmemente en la estructura educativa, en la bondad de todos sus alumnos y en la perfección de sus estrategias metodológicas.
Póster de la cinta
Nosotros partimos con ventaja y nos damos cuenta del inevitable destino trágico que depara a esta escuela, pues, aunque idealistas patológicos —ese es el gran pecado del cinéfilo—, conocemos cuáles son los derroteros del idealismo gracias a obras universales y atemporales como El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha (1605), o, también, gracias a hechos históricos, en los que el idealismo, concretamente el alemán, desembocó en limpiezas étnicas.
Esta idea, la del idealismo, se formula desde una perspectiva totalmente contemporánea y a la que es imposible acceder sin un planteamiento cínico. Lo importante de este filme, al que uno ingresa con cierto desconcierto, se expone a través de la retórica prensada en el guion de Johannes Duncker e Ilker Çatak. Veamos: en la escuela se producen una serie de robos y Carla decide llegar al fondo del asunto sin importar los medios. Incluso, la directora del centro y otros profesores, desesperados por los robos, interrogan y fuerzan a los alumnos a contar quién es el que está robando.
La propia investigación expone una naturaleza que pretendía ser democrática, pero que juega con trampas. El asunto del colegio es una excusa; una figurita de pequeña escala en la que se interpretan estos modelos educativos —y, por ende, políticos— en relación con la política y la sociedad europea. La educación, como expone Louis Althusser, pertenece al aparato ideológico del estado, por lo que, al igual que la cultura, la información, la familia o la religión, somete “a los individuos a la ideología política de Estado”, sea cual sea este estado.
Tráiler de Sala de profesores (2023)
Sin embargo, Duncker y Çatak replantean si verdaderamente esta escuela, en esta época en concreto, sufre las consecuencias de un modelo de estado que en realidad ha fracasado. Muchos autores hablan de la enfermedad de la democracia —el “síndrome totalitario”—, y también se debate sobre el fracaso de esta. No son buenos tiempos para la ‘libertad’ occidental, pues la situación política comienza a degradarse hasta el punto de volverse contradictoria. El modelo Yanqui o el europeo, que defiende “la dignidad humana”, “la libertad” o “la democracia”, fracasa en el mismo momento en el que fomenta lo contrario a estos puntos. ¿Cómo es posible que los movimientos reaccionarios surjan en un modelo que supuestamente defiende y garantiza estos valores?
Sala de Profesores parte de esta base y cuestiona si, realmente, la democracia presenta una naturaleza apegada al totalitarismo: un lobo disfrazado de oveja. La culpa no la tiene nadie. Esta es una maquinaria que moldea a las personas, y no queda nada más que entender a todos aquellos a los que se les llena la boca con la palabra ‘democracia’, al igual que a aquellos que al escuchar las palabras ‘libertad’ o ‘derechos humanos’ les entra la urticaria. Esta es la hipocresía que parece fundamentar a la democracia y que, al igual que los profesores de esta escuela de secundaria en Alemania, recurre a métodos retorcidos, fracasando y provocando el levantamiento entre los que cuestionan este sistema y los que lo defienden.
Este es el mundo de Carla, la clara personificación de los valores occidentales que se ven superados por un sistema que tiembla como una goma desconchada, algo que Ilker Çatak sabe representar a la perfección a través de la cámara en mano. Por su puesto, en la cinta no se culpa a nadie, de hecho, juega mucho con esconder la verdad, pues es innegable que los asuntos políticos, al igual que el misterio de la escuela, son una masa opaca que cada vez se va haciendo más grande, que no tiene solución y que demuestra la inevitabilidad de nuestra futura tragedia.
Ficha técnica:
Das Lehrerzimmer (2023)
- Alemania
- Duración 96 min.
- Dirección: Ilker Çatak
- Guion: Johannes Duncker e Ilker Çatak
- Música: Marvin Miller
- Dirección de fotografía: Judith Kaufmann
- Productora: if… Productions, ARTE, ZDF. Distribuidora: A Contracorriente Films
- Género: Drama
SALA DE PROFESORES
Fallos en el sistema colectivo
Quizá el espectador se acerque a esta sala, a este claustro de profesores, recordando la temática de “La clase” de Canet o el “Hoy empieza todo”, o “La ola” (todos con camisa blanca identificativa) de…, más cuando en boca de los profesores el profesorado no necesita…, y cuando en boca de todos los padres el profesorado necesita… Pues no; aunque sí. Ahí quedan los peligros de los totalitarismos políticos entre las víctimas de los hogares desestructurados. Además, ante tanta vacuidad en las salas de proyección puede sonar la flauta. Añadamos que el personaje central-Carla- figura como polaca, y que tanto el director como el guionista se educaron en Estambul. Si Carla, la idealista profesora, es un personaje estirado que se atraganta al espectador, también los profes, uno por uno, repelen en cuanto a educadores de los que son reflejo. Prejuicios raciales, bullying, grado de adultez personal o colectivo, madurez relativa, tratar a los menores como adultos y como iguales, olvido de la aplicación del ”si natura non dat…” son aspectos que se van desgranando
¿Es una crítica sobre si es acertada la estructura del sistema escolar? ¿Son aceptables los métodos coercitivos de la investigación del colegio? Los detalles se dan intercalados entre los diálogos. Como, ejemplo, la cultura turca de cortar las piernas al hijo ladrón, que dice el chofer. Convivencia imposible de culturas, convivencia forzada, intereses encontrados. Todos prestos a defenderse con el ataque como mejor estrategia de defensa. Los padres, los profesores, los alumnos, el colegio… Un microcosmos con un lenguaje apropiado para cada cultura y con reparos; porque con términos como igualdad, libertad, prensa sin censura… pero olvidando sus motivos y efectos; ni verdad ni mentira para nadie, siempre depende del prisma con que se mira. Película muy recomendable. Cine bien realizado, bien interpretado. Problema actual el que muestra. Las soluciones están en el compromiso de cada quien. Haz tu opinión.