Crítica de Perfect Days (2023): reseña y opinión de la película

Puntuación ⭐⭐⭐⭐⭐ (5/5)

Crítica de Juan Pablo Bargueño

Wenders y Cervantes están de acuerdo en una cosa: «la música compone los ánimos descompuestos y alivia los trabajos que nacen del espíritu»

Cuando todo parece perdido, la humanidad se deja acoger por el manto gris de un día nublado. Las sombras se hacen más largas, el frío se agudiza hasta la crispación y la sal de las lágrimas marchita la materia. El caos y el desorden dominan al espíritu que parecía inquebrantable y desarman el sentido de una vida sin respuesta. Ese maldito misterio. Por suerte, aunque en menos ocasiones de las que merecemos, ese misterio nos regala cálidas sorpresas en forma de —grandiosos— pequeños detalles: un beso inesperado, una canción que rememora viejos tiempos, un libro que nos cambia la vida o una conversación agradable.

Muchos de nosotros, ingenuos, que nos tomamos demasiado en serio el arte de proyectar una luz sobre una tela de PVC, hallamos en el cine un refugio. Hay películas y películas, pero en todas ellas encontramos trazas de nosotros mismos, y si se tiene suerte, pueden cambiarnos la vida. ¡De qué forma se le abren los ojos a aquel que recomienda con gran viveza su película favorita! En esa mirada se puede leer una vida cambiada.

¡Ay, las vidas! Cada uno lleva la suya como puede. Eso es algo que nos ha mostrado el cine del maestro de la ‘soledad optimista’, Wim Wenders. Un ángel que se atreve a cargar con el insignificante peso de la condición mortal por culpa del amor; un hombre que lo creía todo perdido busca arreglar las vidas que ha destrozado; un cansado periodista encuentra la libertad en el cariño de una niña; un enfermo terminal se introduce en el mundo criminal para dejar una herencia a su familia.

crítica Perfect Days 2023 opiniones

Póster de la cinta

A pesar de sus claras diferencias, Cielo sobre Berlín (1987), París, Texas (1984), Alicia en las ciudades (1974), El amigo americano (1977) y muchas de las otras películas que completan la filmografía del director alemán, comparten un sentido agridulce de la soledad del humano contemporáneo; una mezcla de belleza y tragedia que cala profundamente en el espectador.

Sus películas son uno de esos pequeños detalles que nos cambian el día y, a muchos —me incluyo—, la vida. Y no ha defraudado con su nieva cinta, Perfect Days (2023), que se estrena en España el 12 de enero. Esta vez, Wenders viaja a Japón para contar la historia de Hirayama (Kôji Yakusho), un limpiador de baños públicos con una vida muy tranquila. Cuando termina su jornada, Hirayama dedica el día a pequeños placeres: leer, cuidar sus plantas, escuchar música, tomar algo en un bar, etc. Esta vida tan calmada se verá enturbiada por un misterioso pasado que irá poco a poco saliendo a la luz a raíz de una serie de visitas inesperadas.

Y de nuevo, soledad

Antes de que se ponga el sol, Hirayama compra un café, sube a su furgoneta y conduce por las carreteras de Tokio hasta su trabajo. El mundo de Hirayama, subrayado por un formato 4:3, es melancólicamente bonito. Observa, a través de la ventanilla, los infinitos edificios que tapan el horizonte, los coches con los que comparte asfalto y los pequeños rayos de luz que se cuelan por las calles. Todo aquello que alcanza su vista, la superestructura de la urbe, símbolo directo de una sociedad desequilibrada, se ve bañado por las placenteras notas musicales de las canciones que escucha: Lou Reed, The Rolling Stones y Patti Smith, entre otros.

La mirada del protagonista surge como uno de los elementos principales del filme. Wenders encuentra una alternativa a través de la mirada del inadaptado. Esta historia, que escribió el alemán junto con Takuma Takasaki, dibuja al milímetro a la compleja sociedad japonesa. Hirayama deja de lado la imagen y actúa. Es profesional y efectivo en su trabajo, no le importa lo que piensen los demás y aprovecha su tiempo libre para su disfrute. Es precisamente por esto por lo que Hirayama vive apartado de una sociedad que no le acepta —no es casualidad que detrás de su mono de trabajo ponga “el retrete de Tokio”—. Y así, cuando cada mañana se ve obligado a entrar en esa sociedad, observa desde los márgenes y encuentra un bonito mundo que se ha ido a pique —realmente, ¿antes era mejor?—. La libertad del loco le es más familiar que la del multimillonario que viaja a todas partes con un chófer; se identifica con el niño que no puede correr porque su madre no le deja, o con aquel que está a punto de morir y no tiene nada que perder.

Tráiler de Perfect Days (2023)

Su mirada es dulce e inocente como la del anciano que vuelve a ver con ojos infantiles. Su visión se ve reflejada en la maravillosa fotografía de Franz Lustig, en la que el caos urbano proyecta un florecimiento nocturno. Mientras la ciudad duerme, unas luces ancestrales iluminan con suavidad las calles vacías. La soledad cobra un sentido metafísico que, por supuesto, queda sin respuesta y cuya búsqueda queda retratada por un ritmo pausado similar al de Drive My Car de Ryūsuke Hamaguchi, película con la que comparte una de sus mayores virtudes: esos monólogos hipnotizantes que funden al espectador con la pantalla.

Así es la vida

Lo bonito de Perfect Days es que engrandece lo pequeño. Esos detalles que, por alguna razón, son despreciados y que, al contrario, dan sentido a nuestra existencia. No obstante, esto no quiere decir que la cinta trate sobre estos elementos. No creo que sea una oda a nada, pues, a pesar del optimismo característico de Wenders, sus historias están llenas de tragedias. Perfect Days es una prueba más de que la palabra ‘oda’ se ha prostituido demasiado. Incluso, decir que trata de la cotidianidad sería, a mi parecer, limitarse a un solo aspecto de la cinta. Si se estrenase mañana, alguno diría que 8 ½ de Fellini es una oda a los sueños, aunque el que sepa de cine sabrá que esto sería una redundancia criminal, pues, efectivamente, hablamos de cine.

Si siguiésemos este criterio podríamos decir que el filme es una oda a los que limpian retretes, o una oda a la música de los 70, o, ya que estamos, y si tuviésemos diagnosticada una psicopatía, una oda a la tragedia humana. Si yo les dijese que esto es una oda les estaría tratando de tontos, algo que, por cierto, no hace esta cinta con el espectador. De hecho, cuando se presenta el trágico pasado de Hirayama, no se desvela en su totalidad. Takasaki y Wenders comprenden que esta historia no trata sobre ese pasado, por lo que el espectador no necesita saber con exactitud de dónde viene el protagonista, pues es capaz de intuir y de sentir.

No son necesarios los intertítulos ni las explicaciones forzadas. De igual forma, el espectador no quiere saber lo que le pasa a Hirayama después de la cinta en una aclaración de cuatro párrafos antes de los créditos. Eso es otra película. Nada de eso es relevante, pues el pilar de esta narrativa es la propia existencia de Hirayama. La cotidianidad, producto de una sociedad basada en el trabajo, es una medida de escape a un pasado trágico que le persigue en sueños. Esta es la vida misma, con sus desgracias, bondades, pasados y futuros, algo que Wenders describe a través de las imágenes: una sonrisa bañada en lágrimas.

Conclusión

Parece ser que creerse a pies juntillas que el mejor Wim Wenders está de vuelta es complicado. Pero créanme, es así. Si lo siguen intentando sin resultado con Spielberg, ¿por qué no con Wenders? Perfect Days recuerda a sus obras maestras sin ser tan grandilocuente. Es sencilla y, sin embargo, no carece de alma. Cuando se produce el último fundido, emerge esa positiva sensación de vacío. Suelen llamarlo “la magia del cine”. Esta es, sin duda alguna, una de las mejores películas del año. No le teman a su estilo contemplativo. Háganse un favor, relájense y disfruten de esta maravilla.

Ficha técnica:

Perfect Days (2023)

  • Japón
  • Duración 124 min.
  • Dirección: Wim Wenders
  • Guion: Takuma Takasaki y Wim Wenders
  • Dirección de fotografía: Franz Lustig
  • Productora: Master Mind Limited, Wim Wenders Productions. Distribuidora: A Contracorriente Films
  • Género: Drama

Deja un comentario