Crítica de Mi nombre es Alfred Hitchcock (2022): reseña y opinión sobre el documental

Cuando la imagen perdura

Una cuestión que alguno puede tomar de manera frívola o anecdótica, pero que en realidad lo encuentro muy apropiado, es esta idea de imaginar que es el propio Hitchcock quien habla directamente a los espectadores. Considero que es una decisión muy acertada a nivel de dirección por Mark Cousins y una declaración de intenciones muy clara, en donde se nos indica que el trabajo y la persona de Alfred Hitchcock siguen más vivos que nunca. No es la primera vez  que Cousins usa una narrativa en tiempo presente, para relatar ciertos momentos cinematográficos, con tal de establecer y enfatizar el tono adecuado. Te da la sensación de que estás pasando dos horas de tu vida con Hitchcock, haciéndote participe de lo que se ilustra y no haciéndolo ajeno a ti.

Hay una escena que se nos muestra de Tippi Hedren en Los pájaros (1963), donde la vemos fumarse un cigarrillo en el banco de un parque, que me hizo sentir de una manera muy singular y es por ello que la traigo a colación en esta crítica.  Es esa sensación de estar presente, de cuando las imágenes hablan por sí solas, las que hacen a uno estremecerse y amar el cine; algo que consigue este trabajo de Mark Cousins de buena manera, al estar construido con escenas tan vivaces y conmovedoras de la filmografía de Alfred Hitchcock.

El deseo imperioso de imaginar

Otra de las grandes virtudes que tiene My Name Is Alfred Hitchcock, es la de presentar una estructura muy clara sobre los puntos en los que quiere profundizar. Está increíblemente bien desmenuzada, dando una visión muy acertada tanto a nivel formal como artística de Hitchcock. Todo ello, se le suma la pasión de alguien que conoce y ama el cine de Hitchcock, como es el caso de Mark Cousins, donde deja claro el enorme respeto y admiración que procesa a la figura del ilustre director.

Viendo este y los trabajos anteriores de Cousins, uno se da cuenta de que siempre intenta evadir la manera previsible y evidente de hacer las cosas. No se limita a cumplir nunca con lo esperado, sino que siente la imperiosa necesidad de imaginar y sorprender, tal y como le pasaba a Hitchcock en vida. Poca gente es capaz de aunar todos esos elementos y hacernos partícipes de algo tan grandioso como es el legado de Hitchcock, lo cual hace que este trabajo sea tremendamente excitante y revelador.

Antes lo he dejado caer, pero diría que Hitchcock es el director del que más se ha hablado y analizado de la historia, aunque pocas veces se haya llegado a estar a la altura de ello. Uno de los que han estado a la altura sin duda ha sido Mark Cousins, que ya lo hizo con otro titán como Welles con su documental La mirada de Orson Welles (2018), y que ahora lo vuelve hacer superándose a sí mismo, con este último trabajo.

Conclusión

Mi nombre es Alfred Hitchcock es el mejor ensayo que se ha hecho sobre la figura de Hitchcock, desde el trabajo que hizo en su día François Truffaut. Hitchcock está más vivo que nunca, y Mark Cousins ha venido para recordárnoslo, con un ensayo fílmico tremendamente audaz y excitante. La idea inicial de recrear un monólogo del propio Hitchcock en el que hace participes a los espectadores, me parece brillante y enfatiza el tono que se le intenta dar al trabajo desde el inicio. 

A nivel estructural, como a nivel formal y creativo, la cinta aborda con mucha claridad todos los puntos fuertes a tratar, siendo una proeza tanto divulgativa como artística. En definitiva, un trabajo cinematográfico que ningún amante del séptimo arte se puede llegar a perder.