Crítica de ‘La Casa del Caracol’ de Macarena Astorga

Una sombra sobre Quintanar

Puntuación ⭐⭐⭐✪ ✪ (3/5)

Este fin de semana se estrena La casa del caracol, la ópera prima en el largometraje de la directora Macarena Astorga protagonizada por Javier Rey y Paz Vega tras su paso por la sección oficial del Festival de Málaga. Este filme adapta al cine la novela homónima de Sandra García Nieto, quien firma además el guion de esta producción hispano-peruana. Este filme destaca por ser la primera producción cinematográfica que se hizo en nuestro país tras el confinamiento de marzo de 2020, con la incertidumbre en las medidas que se dieron en esta época.

El argumento de esta película se centra en Antonio Prieto (Javier Rey), un escritor de novelas que pasa una crisis creativa y decide alquilar una casa en un pequeño pueblo de la serranía malagueña llamado Quintanar. En el pueblo conoce a Berta (Paz Vega), la arrendataria del cortijo de quien siente una atracción casi inmediata.

Antonio se siente atraído no solo por ella, sino por el pueblo y sus secretos, en especial por la leyenda del Vimero, un monstruo que acecho hace generaciones a los habitantes y del que Antonio decide investigar, en un principio escéptico, pero poco a poco irá descubriendo de que quizás esa leyenda no sea solo un viejo mito rural.

Crítica de la casa del caracol

Póster de la película

La película se centra en una historia ya explorada tantas veces que ya es un tópico narrativo:
Escritor con crisis creativa decide retirarse a una casa en un pueblo perdido para encontrar inspiración, donde al llegar es tratado con desprecio y desconfianza, aunque conoce a una mujer bella y soltera de la que se enamora, dándole una razón para quedarse allí a pesar de todo. Al poco de llegar descubre una leyenda local de un monstruo que acecha la villa. Como hombre culto y urbanita, al principio la rechaza, pero poco a poco, a base de investigar sobre esta leyenda y que justamente al poco de su llegada al pueblo la bestia vuelva a atacar, deja atrás el escepticismo inicial para empezar a creer que esa bestia existe.
 
Por lo general, en este tipo de historias, el héroe decide hacer frente a este monstruo y acabar con él o huir cuando todo esta perdido para poder salvar su vida dejando atrás esta población maldita. Aunque en La casa del caracol, en vez de recurrir a estas conclusiones, se decide meter una serie de giros argumentales al final, tan seguidos que la película parece una peonza. Uno acaba mareado de tanto trompo que parece venir de que se les acaba el tiempo y había que sorprender de alguna forma al espectador tras toda esta estructura genérica de organizar la trama con tópicos como el hijo deformado encerrado por los vecinos o los rituales de ofrendas para calmar a la bestia.
 
El filme presenta influencias confesas por la directora a películas como ¿Quién puede matar a un niño? de Narciso Ibáñez Serrador o El Resplandor de Stanley Kubrick, además de las novelas de Stephen King. Asimismo crea un ambiente lovecraftiano que puede llegar a recordar a 30 Monedas, la serie de Alex de la Iglesia, presentando así una España rural llena de leyendas y mitos oscuros.

Crítica de La casa del caracol 2021

La dirección en la película es buena, la directora dentro de esta historia sabe generar tensión y llevar con soltura el filme, como tratar la violencia con realismo pero sin ser excesiva. Cuenta con unas actuaciones decentes, como el dúo protagonista, Carlos Alcántara, la aportación peruana a la película como el padre Benito, el sacerdote del pueblo quien establece una relación de amistad con Antonio y Pedro Casablanc como sargento Mauri, un sargento de la Guardia Civil enviado al pueblo tras un brutal asesinato.

La recreación de la época en la que transcurre, los años 70, es por lo general buena. Desde el coche que usa en un principio, un Seat 124 Sport, hasta la vestimenta con esas grandes patillas, sirven para meternos en la época, ayudado por la atemporalidad del pueblo. En un momento dado se puede ver en una inscripción 1973 y luego en el cuartel de la Guardia Civil el banderín colgado del escritorio del benemérito es la bandera de 1977, o alguna lápida del cementerio local que se puede apreciar que el año de la muerte de la persona es 1995, estos pequeños fallos puede llegar a descolocar al espectador.

Otro punto a favor de la película es las localizaciones, rodada ente Málaga y Granada, destaca Villanueva del Cauche, una pequeña pedanía de Antequera que se levanta en el puerto de las Pedrizas y que sirve de escenario ideal para transmitir esta sensación de pueblo perdido malagueño.

La casa del caracol es un inicio prometedor de una directora novel que ofrece una película decente con buenas actuaciones pero con una premisa quemada y previsible que intenta enmendar al final con demasiados giros.

En conclusión, estamos ante un filme con sus fallos, pero que esta bien y merece una oportunidad si buscas algo de cine de misterio con acento español, un largometraje simple con el que tensarte un rato y huir del calor creciente del verano.

«En Quintanar hasta los curas son supersticiosos»

 
Por PJ Martínez

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