Crítica de El rapto (2023): reseña y opinión de la película
Una vez más se demuestra que la estampa del festival galo no es representativa de calidad
Puntuación ½✪✪ (2,5/5)
Crítica de Juan Pablo Bargueño
Un nombre prestigioso suele ser suficiente para confiar en una película, y más si se presenta en el Festival de Cannes y se alza vencedora en otros festivales como la SEMINCI. Sin embargo, lo que se espera puede ser, en ocasiones, una muestra de excesiva confianza. Lo que luego haga cada uno es personal: aceptarlo y comérselo con patatas o autoengañarse y, dogmáticamente, bailarle el agua al conocido autor.
El Rapto (2023), que se estrena en España el 12 de enero, cumple con estas características. El nombre prestigioso lo pone Marco Bellocchio, y lo demás se lo podrán figurar. Algunos hablan de una pérdida de ambición. ¿Acaso un hombre no puede meter la pata de vez en cuando? Metedura de pata, esta, muy similar a la de Ridley Scott con Napoleón. La razón de esta desdicha, en ambas producciones, es que se ha intentado reducir la historia en un par de horas, y esta amputación ha gangrenado una narrativa que, desde el principio, venía enferma.
Esta historia es la de la familia Mortara, residente del barrio judío de Bolonia. Un día, las autoridades del papa se presentan en la casa de la familia y secuestran a Edgardo, su hijo de siete años. El secuestro responde a un supuesto bautismo secreto a Edgardo cuando era bebé. Una vez en las instalaciones papales, Edgardo se irá acercando al cristianismo mientras que su familia peleará por recuperarlo, intentando que no pierda las costumbres del judaísmo.
Póster de la cinta
Esplendor visual
Algo que le vendría bien a El rapto es quitarle el sonido. Su visionado sin volumen debe ser más placentero que su concepción original. Es una maravilla el trabajo desempeñado en diseño de producción y vestuario para recrear en cada escena la Italia del siglo XIX. Se nota la labor de investigación en todos los pequeños detalles que hacen de esta película una gran representación histórica de la estética.
Asimismo, Bellocchio demuestra, de nuevo, gran maestría tras la cámara, y junto a su director de fotografía, Francesco Di Giacomo, componen imágenes potentísimas que recuerdan a los cuadros del barroco: grandes sombras corrompidas por el resplandor de las velas, figuras erguidas y oscuras, rostros suplicantes que nos miran fijamente o el reflejo anaranjado del cielo sobre el agua. En esta cinta, demos gracias, las imágenes no están corrompidas por el gris representativo de épocas pasadas más oscuras, sino que se opta por los contrastes. Lo bello sobresale y lo oscuro sentencia. En cuanto a lo visual, la cinta ofrece un placer constante que, por desgracia, se ve degradado por graves errores narrativos.
Tráiler de El rapto (2023)
Como un castillo de naipes
A pesar de desbordar con un nivel excelente en la dirección, fotografía, diseño de producción y vestuario, algo falla estrepitosamente. Estos elementos deberían ser suficientes para poder hablar de una película decente, incluso buena. Pero la verdad es otra. El rapto se sostiene igual de bien que una mesa de una sola pata. La culpa la tiene por completo un guion que, sorprendentemente, está coescrito por cuatro mentes pensante: la del propio Marco Bellocchio, Susanna Nicchiarelli, Edoardo Albinati y Daniela Ceselli. Aunque lo más sorprendente de todo es que la cinta se llevó el galardón a mejor guion en la SEMINCI.
No es una cuestión relacionada con los personajes, pues a excepción de Edgardo, todos ellos son dibujados con claridad y consistencia. El problema principal reside en el tiempo. Una historia como la de Edgardo Mortara, el niño judío que fue raptado por el papa Pio IX, es mastodóntica. El paso del tiempo es un serio problema en esta cinta, pues la cronología cae en las endiabladas manos de unos intertítulos acompañados de un texto larguísimo. No se opta por otra salida, por ejemplo la de la narrativa a través de las imágenes —hay que considerar las infinitas opciones que ofrece el cine—, sino a través de la letra, que poco le importa al que va a ver una película. Independientemente, esto es una minucia, pues es de mayor valor saber que una historia como esta requiere de más horas de metraje y, contradictoriamente, en sus dos horas y cuarto de duración, es imposible centrarse seriamente en la cinta —una prueba más de que la duración de una película nunca es el problema—.
El rapto carece de constancia temporal, ya que es víctima de un ritmo desconectado por culpa de los constantes y bruscos saltos temporales. El espectador sufre una desconexión total y cuando llega el tercer acto, queda confundido por los repentinos acontecimientos que no dan tiempo a ser digeridos. En un filme de estas dimensiones, uno espera salir del cine con la vida cambiada: una frase para la posteridad, un momento que te ponga los pelos de punta, etc. Sin embargo, se podrían enmarcar dos o tres escenas excelentes que, por desgracia, duran menos de lo que deberían, al contrario del resto, que son repetitivas o solo exageran aún más lo insignificante. Lo banal reina en esta cinta con un tono todavía a encontrar entre lo cómico sin gracia o el drama, aspectos subrayados por la melodramática banda sonora de Abio Massimo Capogrosso, que hace todo más insoportable.
Conclusión
El rapto es una aberración cinematográfica que, a pesar de todas sus virtudes, a primera vista suficientes como para que merezca la pena pagar por ir a verla, acaba resultando insoportable y, en ocasiones, insultante. Ya sacaba alguna que otra risa socarrona en la sala. Es tan fácil como mostrar a cuatro curas del siglo XIX, con esas vocecillas cantantes tan ridículas, y que aquél que está por encima intelectualmente de los demás se ría. Nadie es capaz de verlo. Claro que no. Solo el “grandísimo Bellocchio”, como dirían algunos, y el espectador más listo de su clase, al que “nadie puede entender”. Dejando las comillas a un lado, si les gustan las carreras de fondo —las duras de verdad—, ya tienen plan para el 12 de enero.
Ficha técnica:
Rapito (2023)
- Italia
- Duración 125 min.
- Dirección: Marco Bellocchio
- Guion: Marco Bellocchio, Susanna Nicchiarelli, Edoardo Albinati y Daniela Ceselli
- Música: Abio Massimo Capogrosso
- Dirección de fotografía: Francesco Di Giacomo
- Productora: Kavac Film, IBC Movie, Ad Vitam Production, Match Factory Productions, RAI Cinema, Emilia-Romagna Film Commission. Distribuidora: Vértigo Films
- Género: Drama