Crítica de El mal no existe (2023): reseña y opinión de la película
“Ruptura armónica”
Puntuación (5/5)
Crítica de Dani Jiménez (@rosebudshears)
El mal no existe es la última película del ya maestro japonés, Ryūsuke Hamaguchi; película que estuvo dentro de la Sección Oficial del pasado Festival Internacional de Cine de Venecia, en donde ganó el Gran Premio del Jurado. Después de lo arrolladoras que fueron La ruleta de la fortuna y la fantasía (2021) y Drive my car (2021) trae una película diferente en cierta forma con respeto a las anteriores, pero que del mismo modo tiene su sello personal como director.
El mal no existe nos habla de la relación del hombre con la naturaleza, la pureza y la armonía que poco a poco va desvaneciéndose por culpa nuestra. Tiende a seguir un tono más de película japonesa clásica, donde deja la ciudad para sumergirse en la parte rural de Japón. Manteniendo unas tensiones que por momentos toquetean con otros géneros, El mal no existe es la película más depurada de Hamaguchi, donde la imagen prima de una manera más evidente sobre la palabra, volviéndola más contemplativa en su conjunto.
La película está protagonizada por Hitoshi Omika, Ryô Nishikawa, Ryûji Kosaka, Ayaka Shibutani, Hazuki Kikuchi o por Hiroyuki Miura, entre otros. El mal no existe se estrenará en las salas de cine españolas de la mano de Caramel Films.

Póster de la cinta
Cuestión de equilibrio
En su arranque, que por momentos genera gran desconcierto en el mejor de los sentidos, apuesta por una puesta contemplativa donde nos muestra la naturaleza del pueblo en el que se desarrolla la cinta, a través de travellings de seguimiento, pero también jugando con secuencias estáticas donde hay muy pocos cortes, con el fin de generar en el espectador ese ritmo pausado que está tan evidenciado en el lugar que pretende retratar. Nos sumerge en la naturaleza, pero de manera muy ambiciosa, donde a veces el sonido tiene tanta importancia como la propia imagen, al igual y valga la redundancia que su propio montaje.
Es lo que más fascina de la película, que considero que es tremendamente difícil de conseguir para cualquier cineasta, que es lograr que todo fluya con un perfecto equilibrio, y que cuando se rompa, tenga una razón de ser a nivel formal y a nivel narrativo. Hamaguchi lo consigue con bastante maestría, esquivando caer en las mismas formas narrativas de las que partió anteriormente, demostrando que es un cineasta que puede ser tremendamente visual y valerse de la imagen para construir toda la historia desde ella. En sus anteriores películas a veces caía en cierto tono teatral, lo cual aquí opta por desechar casi por completo.
La vida caótica de la ciudad
En el final del primer acto e inicio del segundo, vemos como el urbanismo llega a este poblado, con el fin de convertir parte del terreno en una especie de experiencia rural para la gente de la ciudad que quiera desconectar en un ambiente rural; de eso también sufren en Japón. Y aquí la edición se ve acelerada y es donde tenemos una secuencia bastante bien llevada a nivel coral, donde dos miembros de la empresa se reúnen con gente del pueblo para presentarles el proyecto que quieren llevar a cabo.
Tráiler de El mal no existe (2023)
Está escena está genialmente bien escrita y me recuerda por momentos al plano secuencia de RMN (2022), aunque aquí hay pequeños cortes y el tema a tratar es radicalmente diferente al visto en la película de Mungiu.
También hace uso de un humor bastante particular, que quizás no te esperas encontrar en este tipo de historias, lo que hace por momentos que el espectador respire y no se vea tan sometido a las tensiones que se dan a todos los niveles en la película. Y es que en El mal no existe, vemos la mirada más acuciante de Hamaguchi entre lo que podríamos decir que es el Japón rural, símbolo de esa identidad cultural y tradicional que se está perdiendo poco a poco, y el capitalismo salvaje que entra a romper con todo aquello.
El precio que pagas
Una de las grandes virtudes que tiene El mal no existe, es su capacidad para generar una tensión que por momentos pasa del suspense al terror. Se genera un aura muy desconcertante y que augura que el final no va a ser feliz, pero sin usar una narrativa muy evidente o que necesite de subrayado. Es de los mejores guiones que ha tenido una película de Hamaguchi bajo mi gusto, y es de las que menos se habla y en la que parece que menos cosas pasan.
Por otro lado, los simbolismos a los que recurre, algo verdaderamente instaurado en la tradición japonesa por otro lado, los emplea con mucha inteligencia. Es una parte que se hace muy poética y casi ensordecedora por momentos, que en todo momento mantiene al espectador muy compungido por lo que pueda ocurrir. El final de El mal no existe, es quizás mi favorito de todos los que hemos visto hasta ahora de Hamaguchi, que ya es decir, pero es que es asombroso como lo culmina con tanta poesía y tanto desgarro, mostrando un plano que ya va a quedar para la posteridad de su carrera. Quizás no descubra nada Hamaguchi, pero sin duda ha hecho una película que está entre un cuento tradicional japonés y una pesadilla bellamente contada.
Conclusión:
El mal no existe es la película en la que Hamaguchi demuestra por enésima vez, que es uno de los mejores cineastas de la actualidad. Una película que nos habla de ese choque entre lo puro y lo que viene a corromper esa armonía, haciendo un trabajo enorme a nivel de dirección y de sonido, convirtiéndola en un clásico instantáneo del cine japonés. Una mirada diferente la que nos muestra Hamaguchi dentro de su cine, dejando los espacios urbanos por las zonas rurales de Japón, y como ellas están viéndose modificadas y perdiendo ese blancor por el capitalismo que intenta arrasar con todo. En definitiva, otra gran película de Hamaguchi, que se encuentra sin duda entre lo mejor del año.
Ficha técnica:
Aku Wa Sonzai Shinai (Evil Does Not Exist) (2023)
- Japón
- Duración 106 min.
- Dirección: Ryûsuke Hamaguchi
- Guion: Ryûsuke Hamaguchi
- Música: Eiko Ishibashi
- Dirección de fotografía: Yoshio Kitagawa
- Productora: Neopa Co, Fictive
- Género: Drama