Crítica de El clan de hierro (2023): reseña y opinión de la película

Qué grande es Sean Durkin, qué grande es Zac Efron y qué grande es el cine

Puntuación ⭐⭐⭐⭐½ (4,5/5)

La cámara cinematográfica capta con curiosidad los cuerpos en movimiento. Las grandes masas de músculo y sudor, únicamente profanadas por la vergüenza sexual que representan las mallas, se mueven de un lado a otro con fuerza y agilidad; con una libertad engañosa. El sentido de su movimiento responde a un fin mortal ajeno, y, contradictoriamente, expone la excelencia biomecánica a través del autocastigo. El dolor se exhibe en sus inmortales portadores como herramienta del entretenimiento más primitivo.

El drama y la lucha van de la mano. Primero, el obstáculo es uno mismo, después el rival. Esa es la teoría, pues la vida del que se dedica al sufrimiento nunca queda en manos ajenas. Y así, se genera una dualidad interesantísima entre cuerpo y mente, siendo el primero insuficiente a las demandas del segundo, y nunca al revés. Tal vez esa sea la respuesta a la potencia dramática de películas como Toro salvaje (1980), Warrior (2011) o El luchador (2008). Incluso, puede que esa misma cuestión refleje una trágica predestinación que, por ser inevitable, no requiere de historias inventadas, pues el mundo de la lucha carece de historias poco relevantes.

El 15 de marzo llega a los cines una nueva incorporación al género biográfico del wrestling. Dirigida por Sean Durkin y protagonizada por Zac Efron, Jeremy Allen White, Harris Dickinson, Stanley Simons, Maura Tierney y Holt McCallany, El clan de hierro (2023) —extraña, aunque coherente, traducción de su título original, The Iron Claw, cuenta la trágica historia de los hermanos Von Erich, figuras representativas de la lucha libre en los años 80. Los hermanos buscarán la grandeza en el cuadrilátero y así cumplir con los deseos de su exigente padre.

El clan de hierro 2023 critica y opiniones

Póster de la cinta

Una tragedia clásica

Habrá a quien le parezca una chorrada, ya sabe, unos tipos depilados de arriba a abajo, con unas mallas apretadísimas dando saltos y golpeándose con otros hombres, y todo por el título intercontinental de vaya usted a saber qué. De lejos, parece una absurdidad. El título no tiene ningún valor y el combate está igual de guionizado que un reality show. Puede que esta animadversión hacia la lucha libre se origine en una decepción de la infancia, pero no se puede caer en la trampa de la frustración. Y esto lo tiene muy en cuenta Durkin, quien se centra en el drama familiar y nunca deja de lado la parte del espectáculo, pues acaba interrelacionándose de forma eficaz.

Durkin establece dos mundos muy marcados entre el cuadrilátero y el hogar. El primero discurre entre los muros que limitan una fantasía. La cámara navega dentro de las cuatro esquinas que se ven acorraladas por una oscuridad total. En el centro, unos cuerpos titánicos vuelan, chocan, caen. Después, la imagen se fusiona con la retransmisión televisiva y transforma la fantasía en un sueño de nostalgia. Por otro lado, está el hogar, el nido de los personajes, la raíz de su cultura norteamericana. La casa en el campo, la vieja furgoneta, una vida enraizada a ese lugar. Se puede palpar el caos posadolescente entre needle drops y subtramas de amores y sueños que, en ocasiones, rememoran a Richard Linklater y su Movida del 76 (1993).

Tráiler de El clan de hierro (2023)

Estos mundos quedan conectados por el personaje del padre, interpretado fabulosamente por Holt McCallany. Ambos lugares resultan contaminados por la oscuridad de la obsesión heredada. El padre de los hermanos Von Erich es la viva imagen de Saturno, que acaba devorando a sus hijos. Y así se establece el drama, poderoso, pues juega con las expectativas de sus jóvenes protagonistas, algo con lo que todo el mundo empatiza. Surgen varias preguntas: ¿Es esto lo que realmente quieren estos personajes? Es duro observar que aquello que mejor se le da a alguien, es lo que acaba destruyéndole.

Arriesga y gana

Con cierto bagaje uno se da cuenta de las intenciones detrás de una película. La cuestión no es si son tramposas —todas las películas son tramposas; esa es la base del arte cinematográfico—, sino si son obvias. En el drama es donde más se puede meter la pata al no arriesgar. Pero, Durkin arriesga y mucho. Sobre todo, al final. Y lo que enmarcará a esta película en la mente de todos los que la vean serán esas decisiones tan riesgosas.

Hablamos de una tragedia dura, pero que no se espera. Sabemos que nos dolerá, pero cuando llega la punzada nos pilla despistados. Porque lo que parece una trama menor acaba convirtiéndose en la razón por la que lamentarás haberte dejado el paquete de pañuelos en casa. El canadiense plantea su historia con sutileza. Trata con respeto al espectador y va alimentando su temor poco a poco. La sombra es creciente a cada fotograma y nos engaña con su pausado caminar. Pero, acaba alcanzándonos, y una vez nos encontramos en este punto, no hay vuelta atrás.

Es increíble lo penetrante que llegan a ser sus decisiones, pues la imagen siempre trata de esconder el horror. No obstante, la configuración planeada por Durkin se refleja en la perspectiva del mayor de los hermanos, Kevin Von Erich, quien ve cómo su familia se desestructura ante su incapacidad y sus sueños más allá de la lona. También hay que darle mérito al trabajo de Zac Efron como Kevin Von Erich, quien demuestra ser un grandísimo actor al que la gente debe empezar a respetar —estamos a las puertas de un resurgir comparable al de Matthew McConaughey o Robert Pattinson—.

Repito, la visión de Durkin es riesgosa, pero acaba siendo triunfal. Y sus elecciones tienen sentido, pues, a pesar de ser una historia triste, deja hueco para la esperanza. El clan de hierro podría haberse centrado en la obsesión, pero habría sido un fracaso. El camino de la hermandad y el amor es la clave de esta bellísima historia que no enseña que de la muerte nace la vida; que, aunque todo parezca perdido, siempre habrá algo por lo que merezca la pena luchar.

Ficha técnica:

The Iron Claw (2023)

  • Inglaterra
  • Duración 130 min.
  • Dirección: Sean Durkin
  • Guion: Sean Durkin
  • Música: Richard Reed Parry
  • Dirección de fotografía: Mátyás Erdély
  • Productora: BBC Film, Access Entertainment, House Productions, A24. Distribuidora: Youplanet Pictures
  • Género: Drama

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