Crítica de ‘Destello bravío’ de Ainhoa Rodríguez

Oriniricadura

Puntuación ⭐⭐⭐⭐✪ (4/5)

La ópera prima de Ainhoa Rodríguez crea una visión única de esa España que de vez en cuando deberíamos tener en cuenta para conseguir por lo menos más películas como esta.

En el Festival de Málaga, dentro de la competición oficial, se ha estrenado en España Destello bravío, la ópera prima de Ainhoa Rodríguez, tras su paso en el Festival de Roterdam y el Festival internacional de Cine de Vilna. El filme se sale de los cánones establecidos, es bastante rara y surrealista. Por lo que si te gustan las películas de autores como David Lynch, estárás en tu salsa. Si no te gusta, no te la recomiendo, pues saldrás teniendo la sensación de haber visto la grabación del viaje lisérgico de una anciana de un pueblo.

Un largometraje onírico, extraño y surrealista transcurrido durante Semana Santa en un pequeño pueblo de Extremadura. El argumento se centra en la vida de tres mujeres de esa pequeña localidad extremeña, donde nada extraordinario ocurre y éstas mujeres tienen un profundo deseo de vivir nuevas experiencias que las liberen de la rutina a las que se ven sometidas, reencontrándose así con la felicidad deseada o que un día tuvieron.

La búsqueda de la felicidad, los recuerdos, los deseos son los temas principales de este largometraje que, a lo largo de su hora y media de duración, hace un retrato de la vida en el corazón de la España vaciada, y concretamente en el pueblo extremeño en el que sucede la historia. 

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Póster de la película

Un ejemplo del clásico pueblo español con pocas calles y menos habitantes, azotado por la despoblación, un tema que se puede ver en la película con una de las quejas de las vecinas durante una merienda, para pasar acto seguido las señoras parecen entrar en un trance casi religioso, tocándose los collares y el cuerpo.

Con esto podemos definir el tono de este largometraje, surrealismo rural, pero no hablamos del humor que pueden dar José Luis Cuerda en Amanece que no es poco, sino más bien en un cruce entre Luis Buñuel y Pedro Almodóvar. También recuerda a lo extraño de Los santos inocentes de Mario Camus, donde uno de los personajes trabaja en un cortijo que recuerda al del clásico de Camus como sirvienta del señorito.

En cierta forma, en Destello bravío encontramos una fusión de la tradición y la experimentación, algo que en estos últimos tiempos veíamos en la música electrónica española con Baiuca desde Galicia o Califato ¾ en Andalucía, un mundo nuevo nacido de la fusión. No desentonaría que sonara Crîtto de lâ Nabahâ en la procesión que se ve un momento de la película. Hablando de la música, destacar la banda sonora compuesta por Paloma Peñarrubia y Alejandro Lévar, que consiguen con su trabajo culminar el ambiente surrealista en el que se mueve el filme, recordando al que creó Mica Levi para Under the Skin de Jonathan Glazer.

Crítica de Destello bravío 2021

Con esto se crea en Destello Bravío una experiencia sensorial que más que verla con los ojos, hay que sentirla, unirse al viaje que nos ofrece y dejarnos llevar hasta el final. Una aventura onírica a la que te unes con todas tus fuerzas o la detestas, no deja punto medio al espectador, su rareza impide la indiferencia. También hay imágenes bellas, como los tractores arando el campo de noche, que recuerda a una procesión de jinetes siendo los faros de estos vehículos como antorchas.

El retrato que se hace de la España rural es fiel, no solo en el ambiente, ya que está rodado en un pueblo donde existen numerosas casas rurales con granja. Por lo tanto es normal ver al pastor sacar a su rebaño, donde la vida se mueve entre el bar, la plaza y la iglesia, sino en la forma de hablar, natural y que en ocasiones cuesta de entender al ser tan cerrada, pero en definitiva, crea una efigie de uno de los muchos pueblos perdidos que hay en el interior de España. Con sus luces y sombras, porque también hay espacio para la denuncia social en este largometraje.

En conclusión, Destello bravío es un filme especial y único que nos ofrece una experiencia cinematografía especial que sirve como gran punto de partida para la carrera de su directora, Ainhoa Rodríguez.

 
Por PJ Martínez

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