Crítica de Club Zero (2023): reseña y opiniones de la película
¡La pulcritud es mi política, la pulcritud es mi vida!
Puntuación (5/5)
Crítica de Andrea M. Astola (@mariliendre_)
En 1972, John Waters puso a una prometedora Divine a perseguir un perro por las calles de Baltimore para que se comiera sus heces delante de cámara. Con esta escena, tan difícil de borrar de la memoria tanto por lo icónico como por lo repugnante, Pink Flamingos se convirtió en una película de culto; una oda al mal gusto, una alabanza a lo más inmundo y perverso, a lo marginado y a lo trash.
¡Mirad cómo Divine demuestra que no solo es la persona más asquerosa que existe, sino que también es la actriz más asquerosa! ¡Lo que estáis a punto de ver es completamente verídico!
En 2023, Jessica Hausner muestra en cámara cómo una adolescente de la élite social se provoca el vómito para después comérselo delante de sus padres. Otra escena difícil de borrar de la memoria, por lo repugnante, y el tiempo dirá si por lo icónico también.
De esta forma, John Waters hizo uso de lo escatológico para diferenciar entre lo establecido como lo bueno y lo malo. No solo en Pink Flamingos, sino como algo recurrente en la totalidad de su filmografía.
Cartel de la cinta
La peculiaridad de John Waters reside en que, una vez identifica lo bueno y lo malo, John Waters se posiciona de lado de “lo malo”. Ese ha sido el lugar históricamente dispuesto para lo queer. Sin embargo, en Club Zero (2023) ocurre justo lo opuesto; lo escatológico ilustra el mundo más inmaculado, refinado y pulcro.
Jessica Hausner diferencia entre lo establecido como bueno y como malo, y, a partir de ahí, artificia un escenario en el que da a lo “bueno” (lo inmaculado, refinado y elitista) las características de “lo malo” (lo sucio, escatológico e incómodo), sin dejar atrás la estética pulcra, sino por el contrario, aprovechando el potente contraste que crea. Asimismo, Club Zero no puede sino tratar de algo tan simultáneamente pulcro y escatológico como los trastornos de la conducta alimentaria.
La artificial estética de la utopía suburbana anglosajona, de colores pastel y una hierba que solo puede ser tan verde al otro lado de la valla, envuelve esta perturbadora narrativa. El fosforito del uniforme de la escuela privada recuerda a las luces fluorescentes de un supermercado abierto a las tres de la mañana. La fotografía está marcada por un extrañamiento de la cámara que fragmenta los encuadres y resalta a los personajes, cuya actuación es artificiosa e, incluso, robótica. Toda Club Zero es un no-lugar; es una película completamente ajena y extraña adonde van las personas que se sienten ajenas y extrañas. Club Zero es inhabitable.
Tráiler de Club Zero (2023)
Algo que la hace especialmente incómoda es el humor. En la película se hace presente un humor ácido y un tanto oscuro que la dota de una dimensión aún más profunda, aunque la película se presente como superficial. Esto es porque habla fielmente de cómo funcionan los trastornos de la conducta alimentaria: en ellos existe una lógica propia, diseñada por las voces interiores, que fuera de ellas no tiene sentido alguno. Al exteriorizarlo y representarlo en gran pantalla se destapa la ridiculez. En esta lógica interna, comerte tres patatas fritas es el peor error de tu vida y el plato se devuelve tan lleno como llegó.
Club Zero habla de cómo se empieza a dejar de comer. De cómo se vuelve adictivo, de cómo nos creamos unos objetivos inalcanzables a los que tenemos que llegar y los castigos y premios internos que inventamos nosotras mismas mientras seguimos descendiendo por la espiral de la adicción. Nosotras somos nuestra propia Miss Novak.
Es por esto mismo que, mientras lloraba por verme a mí misma en la pantalla, la sala de cine en Sitges se llenaba de risas, e incluso alguna carcajada. Club Zero no tiene miedo de ser ridícula porque es tremendamente consciente.
Tal y como podría decir Babs Johnson en Pink Flamingos:
¡Que muera todo el mundo! ¡Condonad el asesinato! ¡Advocad por dejar de comer! ¡No comáis una mierda! ¡La pulcritud es mi política! ¡La pulcritud es mi vida!
Ficha técnica:
Club Zero (2023)
- Austria
- Duración 110 min.
- Dirección: Jessica Hausner
- Guion: Géraldine Bajard, Jessica Hausner
- Música: Markus Binder
- Dirección de fotografía: Martin Gschlacht
- Productora: Coproducción Austria-Francia-Reino Unido; Coop 99, Coproduction Office, Essential Filmproduktion, BBC Film, Club Zero. Distribuidora: Coproduction Office, Front Row Filmed Entertainment
- Género: Thriller. Drama. Comedia