Crítica de Argylle (2024): reseña y opinión de la película

El saldo negativo del elenco viene con la actuación de Henry Cavill como el Agente Argylle. Una suerte de parodia de James Bond, Cavill genera más incomodidad que diversión en este personaje y sus contadas apariciones no funcionan en lo absoluto. Una participación que huele a carnada para los Premios Razzie. Por otro lado, las actrices Ariana DeBose y Sofia Boutella se sienten desaprovechadas en sus roles anecdóticos.

El apartado técnico de Argylle cuenta con las señas de identidad de Vaughn que recuerdan a lo visto en la trilogía de Kingsman, aunque cuenta con luces y sombras. El diseño de producción nos lleva en una aventura alrededor del mundo desde la acogedora casa de Elly en las montañas de Colorado hasta las calles de Londres, las islas griegas y un barco donde tiene lugar el enfrentamiento final de la cinta. Todos los escenarios están recreados a través de diseños que combinan el lado sofisticado de las películas de espías con un acabado más hortera que despunta en las secuencias de acción.

Lo mismo sucede con la fotografía de George Richmond que rescata la estética de Kingsman con un deslumbrante uso del color en el que predominan los azules y dorados para darle un look distintivo a la cinta. El vestuario presenta diseños atractivos como el vestido que utiliza Dua Lipa en el prólogo de la historia y los trajes de Henry Cavill mientras que la música de Lorne Balfe prima la espectacularidad con una serie de composiciones enérgicas, deudoras de las bandas sonoras de la vertiente más clásica del cine de acción hollywoodense.

En el lado negativo está la edición que le imprime un ritmo veloz a la producción, pero en ocasiones se siente como una sucesión de escenas enlazadas con IA. El ejemplo más claro es la secuencia de acción donde tiene lugar un número de patinaje sobre petróleo protagonizado por Elly. La continuidad de lo que se ve en pantalla y la sincronización de los movimientos de la actriz se siente artificial y tiene un acabado cutre que no termina de convencer. Lo mismo sucede con los efectos especiales, donde el exceso de CGI le pasa factura a la propuesta y hace que muchas secuencias no luzcan tan bien como deberían, con un acabado más cercano a la serie B que una super producción.

Pero, sin lugar a dudas el fallo más evidente de Argylle se encuentra en su guion escrito por Jason Fuchs. Lo que se presenta como una vuelta de tuerca a las estructuras básicas del género no logra encauzar ese toque subversivo y la creatividad de su escena inicial se pierde en un laberinto de secuencias de acción, múltiples giros narrativos que lejos de resultar ingeniosos, se sienten excesivos y diálogos absurdos que no aportan nada dentro del conjunto general. La exploración de un universo meta-ficcional con agentes secretos disparatados, cajas de música que funcionan como armas de control mental y villanos inesperados funciona como un entretenimiento pasajero, pero su desarrollo es nulo y carente de sustancia, además de contar con un world-building lleno de incoherencias y una construcción de personajes superficial que termina por lastrar el trabajo de Fuchs. Para su tramo final, Argylle intenta recuperar la solidez de su primer acto pero el caos que lo precede y una escena final abrupta enfocada en abrir paso a una posible secuela no permiten rematar la faena en una nota positiva.

En conclusión, Argylle es un cóctel de géneros cinematográficos tan entretenido como fallido. Se deja ver por el gran carisma de su reparto, quienes dan algo de mérito a una propuesta narrativa que deja mucho que desear.